En relación con la ley, hay dos clases de personas:
1) los que guardan la letra de la ley, ejemplificados por los judaizantes y Saulo de Tarso (Fil. 3:6b) y
2) los que buscan a Dios, ejemplificados por los salmistas, especialmente el escritor de este salmo, y por el apóstol Pablo (2 Co. 3:6).
Por ser una persona amante de Dios, el salmista buscaba a Dios con todo su corazón, amaba el nombre de Dios y lo recordaba (55, vs. 132), procuraba el favor de Dios suplicando por Su semblante (v. 58), rogaba a Dios que hiciera resplandecer Su rostro sobre él (v. 135), andaba en la presencia de Dios (v. 168), consideraba que la ley de Dios era la palabra viva y amorosa de Dios exhalada como aliento de Su boca (vs. 13, 72, 88; cfr. 2 Ti. 3:16), gustaba de la palabra de Dios y la hallaba más dulce que la miel a su boca (v. 103), estimaba la palabra de Dios como más preciosa que oro refinado (v. 127) y consideraba la palabra de Dios como lámpara a sus pies y luz para su senda (v. 105).
En este salmo se usa una gran diversidad de verbos para expresar la actitud de quienes buscan a Dios en relación con la ley de Dios como testimonio y palabra de Dios, a saber: ellos la han escogido (vs. 30, 173); creen en ella (v. 66); alzan sus manos a ella (v. 48a y la nota); la aman (vs. 47, 48, 97, etc.); se deleitan en ella (vs. 16, 24, 35, etc.); la saborean (v. 103); se regocijan en ella (vs. 14, 111, 162); cantan de ella (v. 54; cfr. Ef. 5:18-20); atienden a ella (vs. 6, 117); su corazón es perfecto en ella (v. 80); inclinan su corazón a ella (vs. 36, 112); la buscan (vs. 45, 94), la anhelan (vs. 20, 40, 131) y esperan en ella con oración (vs. 43, 74, 114, 147); confían en ella (v. 42); reflexionan sobre ella (vs. 15, 23, 48, 78, 99, 148, véase la nota Sal. 119:151); la consideran (v. 95); la estiman recta con respecto a todas las cosas (v. 128a); la aprenden (vs. 71, 73); la atesoran tanto como a todas las riquezas (v. 14), como gran botín (v. 162), mejor que el oro y la plata (vs. 72, 127) y como su herencia sempiterna (v. 111); la atesoran en su corazón (v. 11; cfr. Col. 3:16); hacen memoria de ella y no la olvidan (16, vs. 52, 93); sienten un temor reverente hacia ella (120, vs. 161); se apegan a ella (v. 31); no la abandonan, no se desvían de ella, no se apartan de ella ni se alejan de la misma (51, vs. 87, 102, 110, 157); vuelven sus pies hacia ella (v. 59); la guardan, la observan y la cumplen (vs. 33, 69); y andan en ella y corren en su camino (vs. 1, 32a).