Según la Septuaginta y otras versiones antiguas. El texto en hebreo dice: como león, mis manos y mis pies.
Según la Septuaginta y otras versiones antiguas. El texto en hebreo dice: como león, mis manos y mis pies.
Lit., mi única; en referencia a la posesión más preciosa que tiene un hombre: su vida.
Refiriéndose a Dios. Por un lado, los hombres crucificaron al Señor Jesús; por otro, fue Dios quien le hizo morir. Si Jesús hubiera sido muerto únicamente por los hombres, Él habría sido meramente un mártir y no nuestro Redentor. Pero Dios le juzgó y le hizo morir para nuestra redención (Is. 53:10a). Todo el pecado del mundo fue puesto sobre Cristo, el Cordero de Dios (Is. 53:6b; 1 P. 2:24a; Jn. 1:29). En la cruz, Él murió una muerte vicaria por nosotros (2 Co. 5:21; 1 P. 3:18) a fin de redimirnos de nuestros pecados, del juicio de Dios y de la perdición eterna (1 Co. 15:3; Jn. 3:16-17; 5:24).
Lit., mis partes internas. Véase la nota Éx. 27:41, párr. 2.
Los vs. 12-18 describen con vívidos detalles la manera en que Cristo pasó por los sufrimientos de Su crucifixión (cfr. Mr. 15:16-37). En la cruz, mientras Cristo era crucificado, muchos hombres fieros le rodearon, representados aquí por toros fuertes (v. 12). Ellos, como león voraz y rugiente, abrieron sus bocas contra Él (v. 13). Los malvados, representados aquí por perros (cfr. Fil. 3:2a), le rodearon, y una compañía de malhechores lo cercó (v. 16a-b). Horadaron Sus manos y pies (v. 16c). Se repartieron entre ellos Sus vestiduras, y sobre Su ropa echaron suertes (v. 18). También se le quedaban mirando, observándolo con desprecio y odio (v. 17b). En la cruz, Él fue derramado como agua (v. 14a; Is. 53:12). Todos Sus huesos se descoyuntaron (v. 14b) debido a que le era imposible sostener Su propio peso al colgar de la cruz. Esto le causó gran agonía y dolor. Además, Él podía contar todos Sus huesos (v. 17a). Su corazón se derretía como cera dentro de Él (v. 14c-d). Sus fuerzas se secaron como un tiesto (v. 15a), el trozo de una vasija de barro rota. Su lengua se pegó a Su paladar (v. 15b). Dios lo puso en el polvo de la muerte (v. 15c).
Los vs. 9-11 indican que mientras las personas le escarnecían y se burlaban de Él, Cristo confiaba en Dios para Su liberación, esto es, para Su resurrección. Él tenía la intención definida de morir y esperaba ser liberado de la muerte, esto es, ser resucitado de entre los muertos (Lc. 18:31-33; He. 5:7).
Otros dicen: Encomiéndate.
Los vs. 6-8 describen el sufrimiento que Cristo padeció hasta morir, a causa del vituperio, el desprecio, las burlas, las muecas, los meneos de cabeza así como el escarnio de los hombres (He. 13:13b; Is. 53:3; Lc. 23:11; Mr. 15:29-32; Mt. 27:39-44). Burlarse es mofarse o reírse con desdén; hacer muecas es sonreír o reír con expresiones faciales que manifiestan desprecio o desdén. Cuando Cristo estuvo en la cruz, quienes le ridiculizaban también sacudían, o meneaban, la cabeza con desprecio. Hacer escarnio es mofarse o menospreciar así como imitar o remedar burlándose. Todo esto fue sufrido por el Señor Jesucristo mientras estaba clavado en la cruz.
O, Tan lejos de mi salvación están las palabras de mi gemir.
La pregunta hallada al inicio de este salmo la hizo David en medio de sus sufrimientos, pero se convirtió en una profecía con respecto a Cristo en Sus sufrimientos al padecer Su muerte redentora. Mientras Cristo estaba en la tierra, Dios el Padre estaba con Él todo el tiempo (Jn. 8:29), pero en cierto momento durante Su crucifixión, Dios lo abandonó (Mt. 27:45-46). Dios lo abandonó en el aspecto económico, mas no en el aspecto esencial. Dios jamás podría dejar a Cristo esencialmente; pero económicamente, Dios sí lo desamparó por un tiempo. No obstante, Cristo murió como Hijo de Dios, un Dios-hombre; por tanto, en Su muerte hay un elemento divino y eterno (Hch. 20:28; 1 Jn. 1:7; He. 9:12). Véase la nota Lc. 3:221a, la nota Mt. 27:451 y la nota Mt. 27:462 y la nota 1 Jn. 1:74c, párr. 1.
Los salmos 22—24 son un grupo de salmos que revelan a Cristo desde Su crucifixión hasta Su reinado en la era venidera. El salmo 22 trata sobre la muerte de Cristo, Su resurrección y Sus muchos hermanos producidos en Su resurrección para formar Su iglesia. El salmo 23 trata sobre Cristo como el Pastor en Su resurrección. El salmo 24 trata sobre Cristo como el Rey que viene en el reino de Dios.
El tema de Sal. 22 es el Cristo que pasó por la muerte redentora y entró en la resurrección que produjo la iglesia. Los vs. 1-21 presentan un cuadro detallado de Cristo en el sufrimiento de Su muerte (cfr. Is. 53), según es tipificado por David en sus sufrimientos, y los vs. 22-31 se refieren a Cristo en Su resurrección, según es tipificado por Salomón en su reinado como rey.
Sal. 3 título
Quizás se refiera a una melodía común en aquellos tiempos. Aquí la cierva de la aurora representa a Cristo en Su resurrección, la cual ocurrió de madrugada (Lc. 24:1). Una cierva es un venado conocido por sus brincos y saltos. Cristo en resurrección es Aquel que da saltos (Cnt. 2:8-9).
Lit., desde los cuernos.
Después de pasar por Su muerte redentora, Cristo entró en la resurrección que produjo la iglesia. Fue en Su resurrección que Cristo llamó hermanos a Sus discípulos (Jn. 20:17; Mt. 28:10; He. 2:11), pues según la perspectiva eterna de Dios Sus discípulos fueron regenerados y hechos hijos de Dios en la resurrección de Cristo (1 P. 1:3). En Su resurrección, Cristo mismo fue engendrado como Hijo primogénito de Dios (Sal. 2:7; Hch. 13:33) y llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45), y todos los escogidos y redimidos por Dios fueron regenerados para ser los muchos hijos de Dios, los muchos hermanos de Cristo (He. 2:10-12; Ro. 8:29).
Aquí la asamblea representa la iglesia, lo cual indica que los hermanos del Señor son los constituyentes de la iglesia (He. 2:11-12). Por tanto, Su resurrección es la resurrección que produjo la iglesia.
En este versículo, Tu y te tienen como referente al Padre. En resurrección, Cristo declaró el nombre del Padre a Sus hermanos y alabó al Padre en la iglesia (He. 2:12 y la nota 3).
Después de elevar su alabanza a Dios en la asamblea, David aconsejó al pueblo de Dios que alabase a Jehová y a toda la tierra que adorase a Dios (vs. 23-26, 29-31). Cristo tomó la delantera alabando a Dios en la iglesia, y la iglesia le sigue a fin de alabar a Dios. Ahora Israel deberá seguir a Cristo y la iglesia. Hasta el momento, Israel todavía no ha hecho esto, pero cuando Cristo regrese, todo Israel se arrepentirá y será salvo (Zac. 12:10; Ro. 11:26-27). Entonces ellos se unirán a la iglesia para alabar a Dios.
La iglesia introduce el reino de Cristo para que Cristo rija sobre las naciones (vs. 27-28). La iglesia, producida por la resurrección de Cristo, es la realidad del reino (Mt. 16:18-19; Ro. 14:17) y precursora de la manifestación del reino en el milenio.
Jehová, como Cristo, regirá sobre las naciones en el reino milenario (Sal. 2:8-9; Ap. 19:15; 20:4, 6).
Los creyentes son la descendencia de Cristo, y anunciar la justicia del Señor (la justificación, la salvación) a una generación venidera (vs. 30-31) hace referencia a la predicación del evangelio.