Los hilos de oro, los de color azul, púrpura y escarlata y los de lino fino torcido, tenían diferentes colores. El oro representa la divinidad de Cristo. El azul representa la condición celestial de Cristo; el púrpura, Su realeza, Su condición de rey; el escarlata, la redención que Él efectuó mediante el derramamiento de Su sangre; y el lino fino torcido, el fino vivir humano de Cristo manifestado mediante Sus padecimientos. El oro, el azul, el púrpura y el escarlata estaban entretejidos con el lino fino torcido para dar forma al efod. Por tanto, el efod tipifica un compuesto que incluye la divinidad de Cristo, Su condición de rey y condición celestial, Su obra redentora y Su fina humanidad, todo lo cual redunda en la expresión de Su gloria divina y hermosura humana. Que los hilos de oro y de lino estuvieran entretejidos en el efod representa la mezcla de la divinidad con la humanidad realizada en Cristo, el Dios-hombre (las dos naturalezas permanecen distintas en tal mezcla). Mediante la encarnación de Cristo, el oro y el lino, la divinidad y la humanidad, se entretejieron, se mezclaron entre sí (Jn. 1:1, 14). Esta mezcla llega a ser la fuerza para sujetar y el poder para atar en virtud de los cuales permanecemos adheridos a Cristo.
El oro convertido en hilo indica un proceso. Primero, el oro era labrado a martillo hasta ser hecho láminas delgadas, y después era cortado en hebras finas para luego ser entretejido en el lino (39:3). El lino también debía pasar por un proceso para convertirse en hilo torcido. Esto nos muestra que Cristo llegó a ser un hombre al pasar por un proceso. En Su nacimiento humano y mediante los sufrimientos padecidos en Su vida humana aquí en la tierra, tanto la divinidad de Cristo como Su humanidad pasaron por un proceso y se entretejieron, se mezclaron entre sí. El pueblo redimido por Dios (las piedras preciosas) es sujetado a Cristo (Aarón) por medio de Su ser divino-humano que pasó por un proceso (el efod).