Allí Pablo escribió su segunda epístola a la iglesia que estaba en Corinto (2 Co. 2:13 y la nota 2; 2 Co. 7:5-6; 8:1; 9:2, 4).
Allí Pablo escribió su segunda epístola a la iglesia que estaba en Corinto (2 Co. 2:13 y la nota 2; 2 Co. 7:5-6; 8:1; 9:2, 4).
Durante ese tiempo en Corinto, el apóstol escribió su epístola a los santos de Roma (Ro. 15:22-32; cfr. Hch. 19:21; 20:1-3; 1 Co. 16:3-7).
Pablo originalmente tenía la intención de ir a Jerusalén pasando por Siria desde Acaya, en Grecia (Hch. 19:21; 1 Co. 16:3-7). Debido al complot de los judíos contra él, cambió su ruta y fue hacia el norte, a Macedonia, y de allí regresó a Jerusalén. Sabía que los judíos estaban conspirando contra él y que eso le causaría sufrimientos (v. 19). Por consiguiente, les suplicó a los santos de Roma que oraran por él en cuanto a su regreso a Jerusalén (Ro. 15:25-26, 30-31). Quizá ésta haya sido también la razón por la cual estaba ligado en espíritu para ir a Jerusalén (v. 22). Más tarde, después de regresar a Jerusalén, fue apresado por los judíos (Hch. 21:27-30), quienes procuraban matarlo (Hch. 21:31; 23:12-15).
Véase la nota 3 Jn 1:12.
Incluye al escritor, Lucas.
O, gustado.
Probablemente para encontrarse con personas de diferentes países que venían a Jerusalén en ese día (cfr. Hch. 2:1, 5).
La misma palabra es traducida para con en este versículo.
Algunos mss. dicen: Jesucristo.
Véase la nota Hch. 20:32.
El espíritu regenerado de Pablo, en el cual servía a Dios (véase la nota Hch. 17:161). En su espíritu, un espíritu unido al Señor Espíritu (1 Co. 6:17), Pablo presintió que algo le sucedería en Jerusalén, y el Espíritu Santo le dio testimonio de esto (v. 23).
Lit., en ella.
Pablo no sabía qué le acontecería en Jerusalén (v. 22), pero sí sabía una cosa: que el Espíritu Santo le daba solemne testimonio de que le esperaban prisiones y aflicciones. El testimonio del Espíritu Santo era sólo una profecía, una predicción, no un mandamiento. Por esto, Pablo no lo tomó como una orden, sino como un aviso. Véase la nota Hch. 21:41 y la nota Hch. 21:111.
Da a entender que Pablo presentía que iba a ser martirizado.
O, alma.
Algunos mss. dicen: el Señor.
Véase la nota Hch. 11:231a.
La palabra griega aquí usada se refiere a heredar legalmente una parte de alguna propiedad. Cfr. nota Hch. 26:186e.
He. 13:12; 10:29; 1 Co. 6:11; Ro. 6:19, 22; 1 Ts. 5:23; 3:13
Tener parte en la herencia de Dios requiere que seamos santificados, y ser santificados requiere la palabra de la gracia de Dios (Jn. 17:17 y la nota 1).
Haciendo tiendas (Hch. 18:3).
O, los enfermos. Se refiere a los que estaban débiles físicamente (1 Co. 11:30), y por tanto, pobres.
Entre los creyentes de la iglesia hay perversos que siempre son usados por el diablo, quien aborrece a la iglesia, para llevarse las ovejas y formar otro rebaño.
Al apóstol no le importaba perder su propia vida, pero sí se preocupaba mucho por el futuro de la iglesia, la cual era un tesoro tanto para él como para Dios.
Esto muestra el precioso amor de Dios por la iglesia y la preciosidad, el valor extraordinario, de la iglesia a los ojos de Dios. Aquí el apóstol no menciona la vida ni la naturaleza divinas de la iglesia, como en Ef. 5:23-32, sino el valor de la iglesia como un tesoro para Dios, un tesoro que Él adquirió con Su propia sangre preciosa. Pablo esperaba que los ancianos, los que vigilaban, también valoraran a la iglesia como un tesoro, de la misma manera que Dios.
Tanto el Espíritu Santo como la propia sangre de Dios son provisiones divinas dadas a la iglesia que Él valora como un tesoro. El Espíritu Santo es Dios mismo, y la sangre de Dios denota Su obra. La obra redentora de Dios adquirió la iglesia; ahora Dios mismo, el Espíritu vivificante y todo-inclusivo (1 Co. 15:45), cuida de la iglesia por medio de los que vigilan.
La propia sangre de Dios es la sangre de Jesucristo. Esto implica que el Señor Jesús es Dios.
La principal responsabilidad de los ancianos como los que vigilan no consiste en gobernar sino en pastorear, es decir, en brindar un cuidado tierno y todo-inclusivo al rebaño, la iglesia de Dios (véase la nota 1 P. 5:21a y la nota 1 P. 5:31a).
Es decir, los ancianos de la iglesia (v. 17), lo cual demuestra que los que vigilan y ancianos son sinónimos que denotan las mismas personas. Hacer que uno que vigila sea un obispo con jurisdicción sobre un distrito para regir sobre los ancianos de varias localidades en dicho distrito es completamente erróneo. Esto fue lo que hizo Ignacio. Su enseñanza errónea sentó la base para establecer rangos e introdujo un sistema jerárquico (véase la nota 1 Ti. 3:21b).
Los apóstoles designaban ancianos en cada iglesia (Hch. 14:23). Pero aquí Pablo, quien tomaba la delantera y había designado a estos ancianos, afirma que fue el Espíritu Santo quien lo hizo, lo cual indica que el Espíritu Santo era uno con los apóstoles cuando éstos designaban ancianos, y que los apóstoles hacían esto conforme el Espíritu Santo los guiaba.
Véase la nota 1 P. 5:22b.
Ez. 3:18-19; 33:5, 9
Es decir, soy libre de culpa si alguno de ustedes muere.
Una expresión muy enfática.
Indica que Pablo sabía de antemano que sería martirizado.
El reino de Dios. Véase la nota Hch. 1:34.
Este dicho no se menciona en los Evangelios; probablemente se difundió oralmente.