Véase la nota al encabezamiento de Sal. 32.
Véase la nota al encabezamiento de Sal. 32.
Sal. 42 título
Que significa lirios; podría referirse a una melodía conocida en aquellos tiempos.
Las hijas de los reyes representan a los creyentes de Cristo en su realeza, y las mujeres más estimadas (u, honorables, gloriosas) representan a los creyentes de Cristo en su honor y majestad. Por haber nacido del Rey, nosotros, los creyentes, tenemos un estatus real y honorable. Que nos conduzcamos conforme a tal estatus es una gloria para Cristo (Ef. 4:1; 2 Ts. 1:11-12).
El óleo de alegría representa al Espíritu compuesto y consumado de Dios (Éx. 30:23-25 y la nota Éx. 30:251), y los compañeros representan a los creyentes de Cristo (véase la nota He. 1:93b). La autoridad de Cristo, Su trono, Su cetro y todo lo demás relacionado con el reino se encuentra bajo la unción del Espíritu, lo cual indica que la autoridad y el reino de Cristo son, íntegramente, un asunto espiritual (Ro. 14:17 véase la nota Lc. 17:202 y la nota Lc. 17:211). El propósito por el cual Él fue ungido es el reino.
Véase la nota He. 1:81, párr. 1.
El reino de Cristo es el fruto de Su victoria (Dn. 2:34-35; 7:13-14; Mt. 28:18; Ap. 19:11-21; 20:1-6).
El cetro representa autoridad. La rectitud en este versículo y la justicia en el v. 7 guardan relación con la autoridad (Sal. 89:14a).
Véase la nota He. 1:81, párr. 1.
Los hechos asombrosos de Cristo incluyen Su crucifixión, resurrección y ascensión. Todo cuanto Cristo hace, sea grande o pequeño, es asombroso.
Aquí, te enseñe debe entenderse como realice para Ti.
O, y de la mansedumbre de justicia.
Independientemente de la situación que impere en la tierra, Cristo cabalga triunfantemente, prósperamente (Hch. 5:31). Desde el día de Su ascensión Él comenzó a cabalgar, y continuará haciéndolo hasta regresar en victoria (Ap. 19:11-16).
Tanto la majestad de Cristo como Su esplendor son señales de Su victoria. Cristo, el Valiente, ha vencido a todos Sus enemigos y ha obtenido la victoria (Ef. 4:8; Ap. 5:5). El esplendor es la expresión de la gloria. Mientras Cristo estuvo en la tierra, Él mostró Su esplendor una sola vez, cuando fue transfigurado en el monte (Mt. 17:1-2). Después de Su resurrección y ascensión, Él se mostró a Pablo en Su esplendor y majestad (Hch. 26:13-15) así como también lo hizo con Juan (Ap. 1:9-20). En Su segunda venida, Cristo resplandecerá sobre toda la tierra para iluminarla con el esplendor de Su gloria (Ap. 18:1).
El Señor Jesús primero viene a nosotros en el aspecto de Su hermosura, a fin de atraernos hacia Él. Nuestro amor por Él es fruto de que Él nos haya mostrado Su hermosura y de que nosotros le hayamos disfrutado a Él en Su hermosura.
Si en nosotros hay un amor afectuoso por el Señor Jesús, nuestra lengua será como pluma de ágil escribiente, presta a escribir de nuestro amor y nuestra alabanza.
El salmo 45 es una alabanza a Cristo el Rey, quien es tipificado por Salomón. La primera sección, vs. 1-8, es una alabanza respecto al Rey; la segunda sección, vs. 9-15, es una alabanza respecto a la reina, la esposa del Rey; y la tercera sección, vs. 16-17, es una alabanza respecto a los hijos del Rey, los príncipes.
Los vs. 1-8 son alabanzas a Cristo el Rey ofrecidas desde cuatro perspectivas: Su hermosura (v. 2), Su victoria (vs. 3-5), Su reino (vs. 6-7) y Sus virtudes (v. 8). En esta alabanza hay dos pares, cada uno de ellos debidamente equilibrado: la hermosura y la victoria de Cristo, y el reino y las virtudes de Cristo. La hermosura de Cristo es equilibrada por Su victoria con sus correspondientes requisitos (cfr. Mt. 5:20; 25:14-30; Jn. 15:2, 6), y Su reino, que es fruto de Su victoria, es equilibrado por la dulzura de Sus virtudes.
Esta palabra hebrea es femenina, lo cual indica que el amor al que se hace referencia es el amor entre un varón y una mujer. Según Cnt. 1:14-15, Cristo es nuestro Amado, y nosotros somos Su amor. El tema de este salmo es el amor, y la melodía es llamada “lirios”. Aquí, tanto el amor como los lirios se refieren a los santos, los que aman al Señor Jesús. Un lirio denota el vivir puro, simple y sencillo propio de la persona que confía en Dios (Mt. 6:28). Este salmo presenta el cuadro de una vida de pureza y sencillez con un amor afectuoso por el Señor.
Aquí los vestidos representan las virtudes de Cristo, las cuales son la expresión de los atributos divinos (Is. 6:1 y la nota 2); la mirra y el áloe representan la dulzura de la muerte de Cristo (Jn. 19:39-40); y la casia representa la fragancia y el poder repelente de la resurrección de Cristo (véase la nota Éx. 30:251). Todas las virtudes de Cristo están llenas del olor, la dulce fragancia, de Su muerte y resurrección.
Los palacios aquí representan a las iglesias locales; el marfil, un material parecido al hueso, representa la inquebrantable vida de resurrección de Cristo (Jn. 19:36 y la nota 2); y las cuerdas de arpa representan las alabanzas dulces y melodiosas. Las iglesias locales, hermosas a los ojos del Señor y que constituyen Su expresión, son edificadas con la vida de resurrección de Cristo, y desde las iglesias locales proceden las alabanzas que le alegran. Las vestiduras de Cristo, Sus virtudes, han producido a la iglesia como Su expresión (cfr. 1 P. 2:9), y tanto Sus vestiduras como la iglesia rebosan dulzura.
Representa a la iglesia, especialmente a los vencedores, como la única esposa de Cristo. En Ap. 19:7 y Ap. 19:9a, la esposa del Cordero es una novia corporativa compuesta de los creyentes vencedores que fueron invitados a la cena de las bodas del Cordero (véase la nota Ap. 19:72c y la nota Ap. 19:92b). Asimismo, en este salmo la reina no representa a un individuo, sino a una entidad corporativa compuesta de todas sus compañeras, esto es: las hijas de los reyes como mujeres honorables y las vírgenes como sus amigas (v. 14). Por tanto, en este salmo, Salomón el rey con sus muchas esposas y concubinas, que eran princesas, hijas de reyes gentiles (1 R. 11:1, 3), son usados con un sentido positivo para tipificar a Cristo como el Rey junto con Su esposa corporativa, la iglesia (Jn. 3:29; Ef. 5:24-25, 31-32), compuesta de Sus creyentes que proceden de toda tribu, lengua, pueblo y nación (Ap. 5:9).
En el v. 8 la iglesia es tipificada por los palacios de marfil, el edificio, y en este versículo la iglesia es presentada como la reina, la esposa. En la totalidad de las Escrituras estas dos figuras —el edificio y la novia— son usadas para representar a la iglesia (cfr. Gn. 2:22 y las notas). Por un lado, la iglesia es el edificio, la casa, de Dios (1 Ti. 3:15), y por otro, es la novia, la esposa, de Cristo (2 Co. 11:2).
Que la reina esté recubierta con oro representa la manifestación de la iglesia en la naturaleza divina. El “oro” que recubre a la iglesia es Cristo, la Persona divina, como la justicia de los creyentes para su justificación (Lc. 15:22; 1 Co. 1:30). Ésta es la primera capa que recubre a la iglesia.
La belleza de la reina representa las virtudes de Cristo expresadas mediante la iglesia. Este salmo alaba a Cristo no sólo con respecto a las cosas que son de Él directamente, sino también con respecto a las cosas que son de Él indirectamente, las cuales son manifestadas mediante Su iglesia y Sus vencedores. Que hablemos bien de la iglesia y de los creyentes constituye también una alabanza a Cristo.
La hija de Tiro representa a las gentes del mundo floreciente. Los ricos entre el pueblo representan la clase alta, quienes tienen muchas riquezas pero no cuentan con el favor de Dios (cfr. 1 Co. 1:26-28). El favor que ellos suplican de la reina representa la gracia de Dios disfrutada por la iglesia. Como indica este versículo, los ricos acudirán a la iglesia para obtener la gracia de Dios.
La hija del rey es la reina, que representa a la iglesia, y que ella sea toda gloriosa dentro de la morada real representa a la iglesia gloriosa (Ef. 5:27), la cual toma a Cristo como su morada real. Primero nosotros, los creyentes de Cristo, tomamos a Cristo como nuestra morada, y después nos convertimos en Su morada (Jn. 15:4; 14:3, 20, 23).
Representa a Cristo quien sufrió duro trato mediante muchos sufrimientos y que pasó por la muerte y resurrección para convertirse en la justicia de la iglesia a fin de cumplir con los justos requisitos de Dios con miras a que la iglesia pudiera ser justificada delante de Dios (1 Co. 1:30). Por tanto, la obra tejida con brocado de oro se refiere nuevamente a la primera capa que nos recubre —Cristo como nuestra justicia, mediante quien fuimos justificados—, representada por el oro de Ofir en el v. 9 y la nota 4. Cfr. nota Éx. 28:391.
Otra vestidura, la segunda capa que nos recubre, la cual representa que la iglesia será conducida a Cristo el Rey vestida con las acciones justas de los santos a fin de cumplir con los requisitos de Cristo para su matrimonio (Ap. 19:8 y la nota 2; Mt. 22:11-12 y la nota Mt. 22:112). La reina en este salmo tiene dos vestiduras. La primera vestidura, “el oro de Ofir” (v. 9), obra tejida con brocado de oro (v. 13), corresponde a Cristo como nuestra justicia objetiva, la cual es para nuestra justificación. La segunda vestidura, el vestido bordado, corresponde al Cristo “bordado” en nuestro interior mediante la obra transformadora efectuada por el Espíritu y que es manifestado en nuestro vivir como nuestras acciones justas subjetivas, las cuales son para nuestra victoria. La primera vestidura es puesta sobre nosotros a fin de que podamos permanecer firmes en la presencia de Dios (Lc. 15:22), mientras que la segunda vestidura es entretejida en nuestro carácter, bordada en nuestro ser, a fin de que podamos permanecer firmes delante del Rey.
Representan a los santos vencedores, quienes serán invitados a la cena de las bodas de Cristo (Ap. 19:9).
Representa a los santos vencedores que entrarán en la Nueva Jerusalén, el palacio de Cristo (Ap. 3:12), con regocijo y exultación. Este salmo menciona primero la morada (v. 13) y después el palacio. Cuando Cristo llega a ser nuestra morada, nosotros nos convertimos en Su morada, esto es, una morada mutua (Jn. 15:4). Debido a que Cristo es el Rey y nosotros somos la reina, al final esta morada mutua se convertirá en el palacio, que representa la Nueva Jerusalén, el cual en realidad es el Dios Triuno forjado dentro de los creyentes y mezclado con ellos para constituir una sola entidad, la morada mutua de Dios y Sus redimidos por la eternidad (Ap. 21:3, 22 y la nota Ap. 21:222a).
Los vs. 16-17 alaban a Cristo el Rey al alabar a Sus hijos. Aquí padres significa los antepasados de Cristo según la carne, hijos significa los vencedores de Cristo como Sus descendientes, y príncipes significa los vencedores de Cristo como Sus correyes, quienes reinarán con Cristo sobre las naciones (Ap. 2:26; 20:4, 6).
Este salmo presenta una visión completa, un cuadro completo, de la hermosura de Cristo, la cual está: en Cristo mismo (vs. 1-8), según es presentado en los cuatro Evangelios; en la iglesia, Su esposa (vs. 9-15), según es revelado en las Epístolas; y en todos Sus hijos, los vencedores como los príncipes (vs. 16-17), según es visto en Apocalipsis.
2 Ti. 2:12; Ap. 5:10; 20:4, 6
El nombre de Cristo será recordado por todas las generaciones mediante los santos vencedores, y Cristo será alabado por las naciones mediante Sus santos vencedores que reinarán con Él.