En Cristo Jesús indica que el Dios de toda gracia pasó por los procesos de la encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la resurrección y la ascensión para llevar a cabo la redención completa, a fin de poder introducir a Su pueblo redimido en una unión orgánica consigo mismo. Por eso, ellos pueden participar de las riquezas del Dios Triuno como su disfrute. Todos los pasos de la operación divina se llevan a cabo en Cristo, quien es la corporificación del Dios Triuno y quien llegó a ser el Espíritu vivificante y todo-inclusivo, el abundante suministro de vida para nosotros. Es en este Cristo, por medio de Su redención todo-inclusiva y con base en todos Sus logros, que Dios puede ser para nosotros el Dios de toda gracia que nos llama a Su gloria eterna y que nos perfecciona, confirma, fortalece y cimienta en el Dios Triuno (1 P. 1:1-2), como el fundamento sólido, capacitándonos así para alcanzar Su meta gloriosa. ¡Qué milagro es que pecadores caídos puedan ser llevados a la gloria eterna de Dios! ¡Y cuán excelente es Su obra que nos perfecciona, confirma, fortalece y cimienta! Todo esto es realizado mediante “toda gracia”, que es la “verdadera gracia” (v. 12).