Véase la nota Ap. 21:122b. Así también en el v. 2.
Véase la nota Ap. 21:122b. Así también en el v. 2.
La autoridad para echar fuera espíritus inmundos y sanar enfermedades es un anticipo del poder de la era venidera (He. 6:5), es decir, del milenio, cuando todos los demonios serán echados fuera y todas las enfermedades serán sanadas (Is. 35:5-6).
Un apóstol es un enviado. Los doce discípulos (v. 1) iban a ser enviados; así que llegaron a ser los doce apóstoles.
Aquí Mateo deliberadamente se describió como “el recaudador de impuestos”, tal vez recordando con gratitud su salvación. Hasta un menospreciado y pecaminoso recaudador de impuestos pudo llegar a ser apóstol del Rey del reino celestial. ¡Qué salvación!
Esta palabra, posiblemente de origen hebreo, significa hombre de Queriot, ciudad que estaba en Judea (Jos. 15:25). Entre los apóstoles, sólo Judas era de Judea; todos los demás eran galileos.
Lit., lo entregó. Así también en todo el libro.
Los samaritanos eran una mezcla de linajes gentil y judío (2 R. 17:24; Esd. 4:10; Jn. 4:9). Los doce apóstoles fueron enviados a la casa de Israel (v. 6) y se les mandó que no fueran a los gentiles ni a los samaritanos.
En aquel entonces el reino de los cielos no había llegado; sólo se había acercado.
Los doce apóstoles (enviados a la casa de Israel, y no a los gentiles), por ser obreros dignos de su alimento, no tenían que llevar provisiones consigo. (No obstante, los obreros del Señor enviados a los gentiles no deben tomar nada de los gentiles, 3 Jn. 1:7). Este principio cambió después que el Señor fue totalmente rechazado por la casa de Israel (Lc. 22:35-38).
Indica que el castigo que resulta del juicio de Dios tiene varios grados. Rechazar a los apóstoles del Señor y sus palabras (v. 14) traerá un castigo mayor que el castigo que traerá el pecado de Sodoma y de Gomorra.
Como ovejas en medio de lobos, los apóstoles del Señor necesitan ser prudentes como serpientes, aunque no son serpientes, para no ser heridos por los lobos, y ser sencillos como palomas, sin ninguna intención maligna y sin hacer daño a los demás.
Aquí la predicción del Rey celestial de que Sus apóstoles serían perseguidos por el judaísmo indica que éste rechazaría el reino que Él estaba estableciendo mediante la predicación de Sus apóstoles. Esto también demuestra que Su reino no es terrenal sino celestial.
Véase la nota Mt. 5:226c.
La misma palabra griega traducida príncipes en Mt. 2:6.
Los apóstoles no sólo tienen la autoridad del Rey celestial (v. 1), sino también el Espíritu del Padre de ellos. La autoridad del Rey hace frente a los espíritus inmundos y las enfermedades; el Espíritu del Padre hace frente a la persecución de los que se oponen.
Los que desean ser apóstoles del Rey celestial para llevar a cabo la predicación del evangelio del reino deben sufrir la ruptura de los vínculos humanos más íntimos.
Es posible que en este versículo ser salvo quiera decir ser salvos de los que nos aborrecen; pero, a la postre, significará ser salvo para entrar en la manifestación del reino de los cielos, una recompensa para los creyentes vencedores. Esto difiere de la salvación eterna, la cual se revela en Ef. 2:8.
Esta palabra no se cumplió por la predicación de los doce apóstoles antes de la crucifixión de Cristo. No se cumplirá sino hasta la gran tribulación (Mt. 24:21). La predicción que se describe en los vs. 17-23 es muy semejante a la de Mt. 24:9-13. Aquí el Rey celestial envió a los apóstoles a predicar el evangelio del reino a los judíos. Después de Su resurrección, Él envió a Sus apóstoles a predicar el evangelio a los gentiles. Después de la plenitud de la salvación de los gentiles, Él enviará a Sus apóstoles a predicar otra vez el evangelio del reino a los judíos. En aquel entonces, esta palabra se cumplirá, y el Señor vendrá.
Según el contexto, lo dicho aquí significa que al sufrir persecución, Sus apóstoles no están sobre Él, porque Él fue perseguido al máximo.
Beelzebú, que significa señor de las moscas, era el dios de los ecronitas (2 R. 1:2). Los judíos le cambiaron el nombre por Beelzebul, nombre despectivo que significa señor del muladar y se usaba para referirse al príncipe de los demonios (Mt. 12:24, 27; Mr. 3:22; Lc. 11:15, 18-19). En Mt. 9:34 los fariseos, los líderes de la religión judía, injuriaron al Rey celestial diciendo que Él echaba demonios por el príncipe de los demonios. Al usar este nombre sumamente blasfemo, expresaron su mayor objeción y rechazo.
Sólo Dios puede destruir el alma y el cuerpo del hombre en la Gehena. Esto implica que si los apóstoles que el Señor envía no están dispuestos a sufrir persecución, serán disciplinados por Dios. Este castigo tendrá lugar en la era venidera, después del juicio ante el tribunal de Cristo, cuando los creyentes reciban su premio o su castigo (2 Co. 5:10; Ap. 22:12).
Véase la nota Mt. 5:228d.
Una moneda romana antigua equivalente a la dieciseisava parte de un denario. Véase la nota Jn. 6:71.
Implica su unión con el Señor.
Implica la unión del Señor con él.
El Rey celestial dijo esto a Sus apóstoles, a quienes envió a predicar el evangelio del reino. Él predijo que serían perseguidos (vs. 17, 21-23). Si alguno que esté bajo persecución lo niega, a éste Él lo negará cuando regrese (Mt. 16:27). El hecho de que Él niegue o confiese a los apóstoles en aquel momento determinará si ellos son dignos de entrar en el reino de los cielos como recompensa en la era venidera.
Toda la tierra fue usurpada por Satanás (1 Jn. 5:19). El Rey celestial vino con el propósito de hacer un llamamiento a salir de esa usurpación. Esto ciertamente despertó la oposición de Satanás. Él incitó a las personas que estaban bajo su usurpación a pelear contra aquellos que habían sido llamados por el Rey celestial. Por lo tanto, la venida del Rey no trajo paz sino espada.
La batalla que Satanás el usurpador ha instigado contra aquellos que han sido llamados por el Rey celestial, se pelea aun en los propios hogares de los llamados. Los que han sido llamados por el Rey celestial son atacados en sus hogares por los familiares que permanecen bajo la mano usurpadora del maligno.
Nuestro amor por el Señor debe ser absoluto. No debemos amar nada ni a nadie en mayor grado que a Él. No hay nadie más digno de nuestro amor que Él, y nosotros debemos ser dignos de Él.
Cristo aceptó la voluntad del Padre y fue crucificado (Mt. 26:39, 42). Cuando fue bautizado, se dio por crucificado, y de allí en adelante llevó Su cruz para hacer la voluntad de Dios. Aquellos que Él llamó fueron identificados con Él. Él les pidió que tomaran su propia cruz y que lo siguieran, es decir, que aceptaran la voluntad de Dios renunciando a sí mismos. Esto requiere que primero le den su amor a toda costa para ser dignos de Él.
Hallar la vida del alma es permitir que el alma tenga su disfrute y evite el sufrimiento. Perder la vida del alma es hacer que el alma pierda su disfrute y que, por ende, sufra. Si los seguidores del Rey celestial permiten que el alma tenga su disfrute en esta era, harán que el alma pierda su disfrute en la era venidera del reino. Si dejan que el alma pierda su disfrute en esta era, por causa del Rey, harán posible que el alma tenga su disfrute en la era del reino venidero, es decir, que ellos participen del gozo del Rey al reinar sobre la tierra (Mt. 25:21, 23).
Los apóstoles enviados por el Rey celestial eran uno con Él; a ellos había confiado Su autoridad (v. 1) y paz (v. 13), en ellos moraba el Espíritu del Padre, y habían sido identificados con el Rey en Su sufrimiento (vs. 22, 24-25) y en Su muerte (vs. 21, 34-39). Por lo tanto, el que los recibía a ellos, en realidad lo recibía a Él. Participar en tal identificación con el Rey celestial requiere que lo amemos por encima de todo, a toda costa, y que lo sigamos, tomando el camino estrecho de la cruz, como se revela en los vs. 37-39.
El que recibe a un profeta se une a la palabra del profeta, y el que recibe a un justo se une a la justicia del justo. De esta manera ellos recibirán recompensa de profeta y recompensa de justo, respectivamente.
Un profeta es una persona que habla por Dios y que proclama a Dios. Un justo es una persona que busca la justicia, la practica, y es perseguida por causa de ella con miras al reino (Mt. 5:6, 10, 20; 6:1). El Rey celestial era tal persona, un Profeta enviado por Dios (Dt. 18:15) y un hombre justo (Hch. 3:14). Sus apóstoles, a quienes Él envió, estaban identificados con Él, y por eso también eran profetas y hombres justos. Así que, el que los recibía a ellos, en realidad lo recibía a Él y recibirá la debida recompensa.
Lit., en nombre de. Así también en el v. 42.
Esta recompensa se dará en la era del reino venidero (Lc. 14:14).