La Biblia, que se compone de dos testamentos —el Antiguo y el Nuevo—, es la revelación divina completa de Dios dada al hombre en forma escrita. La revelación principal hallada en toda la Biblia es la revelación de la única economía divina del único Dios Triuno (Ef. 1:10; 3:9; 1 Ti. 1:4b). La centralidad y universalidad de esta economía divina es el Cristo todo-inclusivo e inescrutablemente rico como corporificación y expresión del Dios Triuno (Col. 2:9; 1:15-19; Jn. 1:18). La meta de la economía divina es la iglesia como Cuerpo de Cristo, como plenitud y expresión de Cristo (Ef. 1:22-23; 3:8-11), la cual alcanzará su consumación en la Nueva Jerusalén, que es la unión, mezcla e incorporación del Dios Triuno procesado y consumado con Su pueblo compuesto de personas tripartitas que fueron redimidas, regeneradas, transformadas y glorificadas. El cumplimiento de la economía divina es revelado en la Biblia de manera progresiva en muchas etapas, comenzando con la obra creadora de Dios en Gn. 1, Gn. 2 y llegando a su consumación con la Nueva Jerusalén en Ap. 21, Ap. 22. En el Antiguo Testamento se revela el contenido de la economía de Dios principalmente mediante tipos, figuras y sombras, mientras que en el Nuevo Testamento vemos el cumplimiento y la realización de todos esos tipos, figuras y sombras. Por tanto, el Antiguo Testamento retrata figurativamente la economía eterna de Dios, y el Nuevo Testamento presenta el cumplimiento concreto de dicha economía.
Génesis, el término adoptado por la Septuaginta como título de este libro, significa dar nacimiento, origen. Por ser el primer libro de la Biblia, Génesis da nacimiento a las verdades divinas contenidas en la santa Palabra y es el origen de éstas. Por tanto, las semillas de las verdades divinas son sembradas en este libro y después crecen y se desarrollan en los libros subsiguientes, especialmente en el Nuevo Testamento, hasta que finalmente son cosechadas en el último libro, Apocalipsis.
El libro de Génesis es una miniatura de la revelación completa hallada en toda la Biblia. Comienza hablándonos del hombre creado a imagen de Dios (Gn. 1:26) y termina hablándonos del hombre llamado Israel (Gn. 32:28; 48:2), una persona transformada, quien además de manifestar externamente la imagen de Dios tiene a Dios mismo forjado en su ser, lo cual hace de dicho hombre Su expresión. Este Israel transformado es una semilla, una miniatura, de la Nueva Jerusalén.
Aparentemente, Gn. caps. 1—2 es apenas un relato de la creación; pero, en realidad, casi todo lo mencionado en estos dos capítulos nos revela a Cristo, quien es vida para el pueblo de Dios (Jn. 1:1, 4; 11:25; 14:6) a fin de producir la iglesia y edificarla. Los caps. 3—50 nos relatan las biografías de ocho personas destacadas que, clasificadas en dos grupos de cuatro, representan dos linajes: Adán, Abel, Enoc y Noé representan el linaje creado, y Abraham, Isaac, Jacob y José representan el linaje llamado. En este relato no se presentan primordialmente las obras realizadas por estos hombres, sino que se recalca su vida, su modo de vivir y su manera de relacionarse con Dios. En Génesis, Dios se vale tanto del relato de la creación como de las biografías de estas ocho personas para mostrarnos la vida que cumple Su propósito.