Este evangelio fue escrito por Marcos, quien también se llamaba Juan (Hch. 12:25), el cual era hijo de una de las Marías (la cual conocía muy bien al apóstol Pedro en la iglesia en Jerusalén, Hch. 12:12) y primo de Bernabé (Col. 4:10). Acompañó a Bernabé y a Saulo en el ministerio de ellos (Hch. 12:25) y se unió a Pablo en el primer viaje de su ministerio a los gentiles; pero, en Perge abandonó a Pablo y se regresó (Hch. 13:13). Debido a esto, Pablo no quiso llevarlo en su segundo viaje. Desde ese tiempo Bernabé se apartó de Pablo y entonces Marcos se unió a Bernabé en su obra (Hch. 15:36-40). Sin embargo, Marcos mantuvo una relación muy íntima con Pablo en los últimos años del apóstol (Col. 4:10; Flm. 1:24) y le fue útil en su ministerio hasta que éste murió como mártir (2 Ti. 4:11). Marcos también mantuvo una estrecha relación con Pedro y probablemente estaba con él continuamente, como se ve en el hecho de que Pedro lo consideraba su hijo (1 P. 5:13). Desde los primeros días de la iglesia, el Evangelio de Marcos ha sido considerado la crónica de la narración oral de Pedro, quien acompañó al Salvador en Su servicio evangélico de principio (vs. 16-18) a fin (Mr. 14:54, 66-72). En este evangelio la narración transcurre en orden cronológico y se dan más detalles con respecto a los hechos históricos que en los otros Evangelios. El resumen de todo el evangelio está en lo dicho por Pedro en Hch. 10:36-42.
Juan nos presenta al Dios-Salvador y da énfasis a la deidad del Salvador en Su humanidad. Mateo presenta al Salvador-Rey; Marcos, al Salvador-Esclavo; y Lucas, al Salvador-Hombre. Mateo, Marcos y Lucas son Evangelios sinópticos en el sentido de que describen la humanidad del Salvador en varios aspectos y también Su deidad. Puesto que Marcos presenta al Salvador como esclavo, no menciona Su genealogía ni Su rango, porque el linaje de un esclavo no es digno de atención. Además, en contraste con Mateo, quien nos presenta las maravillosas enseñanzas y parábolas del Salvador acerca del reino celestial, y a diferencia de Juan, quien nos presenta las profundas revelaciones del Salvador con respecto a las verdades divinas, la intención de Marcos no es impresionarnos con las maravillosas palabras del Esclavo sino con Sus excelentes acciones en Su servicio evangélico. El Evangelio de Marcos da más detalles que los otros Evangelios, a fin de describir la diligencia, fidelidad y otras virtudes del Salvador-Esclavo, las cuales se manifestaban en el servicio que como Salvador rindió a los pecadores de parte de Dios. En el Evangelio de Marcos se ve el cumplimiento de las profecías acerca de Cristo como Esclavo de Jehová hechas en Is. 42:1-4, 6-7; 49:5-7; 50:4-7; 52:13-15; 53:1-12, y se ven también los detalles de la enseñanza acerca de Cristo como el Esclavo de Dios dada en Fil. 2:5-11. Su diligencia al laborar, Su necesidad de alimento y reposo (Mr. 3:20-21; 6:31), Su ira (Mr. 3:5), Su gemir (Mr. 7:34) y Su afecto (Mr. 10:21), exhiben de una manera hermosa Su humanidad en la virtud y perfección de la misma, mientras que Su señorío (Mr. 2:28), Su omnisciencia (Mr. 2:8), Su poder milagroso y Su autoridad para echar fuera demonios (v. 27; 3:15), perdonar pecados (Mr. 2:7, 10), y callar al viento y el mar (Mr. 4:39), manifiestan plenamente Su deidad en la gloria y honra de la misma. ¡Qué Esclavo de Dios! ¡Cuán hermoso y admirable es Él! Tal Esclavo sirvió a los pecadores como Salvador-Esclavo, dando Su vida en rescate por ellos (Mr. 10:45), para el cumplimiento del propósito eterno de Dios, de quien Él era Esclavo.