Lit., gimáis.
Lit., gimáis.
El Señor volverá no solamente como el Novio para reunirse con la novia (Mt. 25:1, 6; Ap. 19:7-8), sino también como el Juez para juzgar a todos, empezando con Sus creyentes en Su tribunal (1 Co. 4:4-5; 2 Co. 5:10). Es necesario que procuremos madurar en vida para ir al encuentro del Señor y estar preparados para que Él nos juzgue.
Esto es una ampliación de lo dicho en los vs. 7-8, que hablan del sufrimiento y la longanimidad de los creyentes fieles.
Hablar en nombre del Señor indica que los profetas eran uno con el Señor. Por esto, sus sufrimientos y su longanimidad eran con el Señor y para el Señor. Los sufrimientos y la longanimidad de los creyentes fieles deben ser iguales.
Véase la nota Jac. 5:72b.
Véase la nota Jac. 5:102. Mientras esperamos la venida del Señor con longanimidad, Él, quien es el verdadero Labrador (Mt. 13:3), también espera con paciencia que maduremos en vida como primicias y cosecha de Su campo (Ap. 14:4, 14-15). Que maduremos en vida puede acortar el período de nuestra longanimidad y de Su paciencia.
La palabra griega significa presencia (véase la nota Mt. 24:33d).
Véase la nota Jac. 5:102.
Es decir, saciado su glotonería entregándose a ella, como en un día de matanza (Jer. 12:3), es decir, en un día de juicio, cuando iban a ser muertos como animales por el juicio de Dios. Esto implica que ellos estaban en un estupor, sin darse cuenta de las miserias que les vendrían, ni de su destino miserable (v. 1).
O, los ruegos.
Los vs. 1-6 pueden ser considerados un paréntesis y, a la luz de su contenido, se podría pensar que fueron dirigidos en general a la clase rica entre los judíos, ya que Jacobo dirigió su epístola a las doce tribus de los judíos (Jac. 1:1). Véase la nota Jac. 1:13 y la nota Jac. 2:21.
Jer. 11:21; 14:15; 26:9, 20; 44:16
No debemos jurar, porque no somos nada y nada está bajo nuestro control ni depende de nosotros (Mt. 5:34-36). Jurar exhibe el ejercicio de nuestra voluntad y nuestro olvido de Dios. En cambio, hacer que nuestro sí sea sí y nuestro no sea no, es actuar conforme a nuestra naturaleza divina, tomando en cuenta la presencia de Dios, negando nuestra voluntad y nuestra naturaleza pecaminosa.
Véase la nota Mt. 5:371a.
La fidelidad y sinceridad genuinas de nuestras palabras, conforme a la naturaleza divina de la que somos partícipes, nos guardarán del juicio de Dios (cfr. Mt. 12:36).
Orar nos trae la fortaleza del Señor para perseverar bajo el sufrimiento, y cantar alabanzas nos mantiene en el gozo del Señor.
La palabra griega significa principalmente tocar un instrumento de cuerdas, y, por ende, interpretar una melodía Por consiguiente, denota cantar un himno, cantar una alabanza. Ya sea que oremos o cantemos alabanzas, tenemos contacto con Dios. En cualquier ambiente y bajo cualquier circunstancia, en humillación o en exaltación, en pena o en alegría, necesitamos contactar al Señor.
Enfermo por causa de debilidad. La debilidad lleva a la enfermedad (1 Co. 11:30), y la enfermedad causa más debilidad.
Llamar a los ancianos de la iglesia para que oren por la enfermedad de alguien implica:
1) que no hay ningún problema entre el que llama y la iglesia, representada por los ancianos;
2) que se ha restaurado una relación normal entre el que llama y la iglesia, si la enfermedad se debe a que el que llama ofendió a la iglesia (cfr. 1 Co. 11:29-32)
3) que el enfermo y los ancianos confesaron cabalmente sus pecados unos a otros (v. 16).
Las barreras que puedan existir en la iglesia deben ser derribadas antes que los ancianos puedan representar a la iglesia en la oración por los enfermos.
Hch. 14:23; 15:2, 6, 22; 20:17, 28; 1 Ti. 5:17; Tit. 1:5; 1 P. 5:1-2
Mt. 18:17; Hch. 8:1; 13:1; Ro. 16:1, 4, 5; 1 Co. 14:34; 1 Ti. 3:15; Ap. 1:11, 20
Dos palabras griegas son traducidas ungir: aléifo, la palabra usada aquí y en Jn. 12:3, es el término común que significa aplicar el aceite; la otra es crío que significa ungir oficialmente para un oficio, como en el caso de un sacerdote (Hch. 10:38), de un rey (He. 1:9), o de un profeta (Lc. 4:18). La palabra crío, relacionada con la palabra Cristós (Cristo), es usada en el caso de la unción del Hijo por parte del Padre (Hch. 10:38). Ungir con aceite significa impartir el Espíritu de vida, el cual fue derramado como el aceite de la unción sobre el Cuerpo de Cristo (Sal. 133:2), al miembro del Cuerpo que está enfermo. Esto es realizado por medio de los ancianos como representantes de la iglesia a fin de que el enfermo sane (cfr. 1 Jn. 5:16 y las notas 3 y 4).
O, es de mucho provecho al obrar.
Lit., oró en oración. Esto denota que el Señor le dio a Elías una oración, en la cual él oró. Elías no oró conforme a su sentimiento, pensamiento, intención o disposición ni alguna clase de motivación que surgiera de ciertas circunstancias o situaciones para lograr su propio propósito. Él oró en la oración que el Señor le dio para llevar a cabo Su voluntad.
En el nombre del Señor significa en unidad con el Señor. Los ancianos no efectúan solos la unción, sino que, siendo uno con el Señor, representan tanto al Cuerpo como a la Cabeza para efectuar la unción.
Esta palabra no está en la forma que usualmente se traduce oración. Se traduce voto en Hch. 18:18 y Hch. 21:23.
O, cansado.
Esto puede implicar que el enfermo al cual se alude en el v. 14 se había extraviado de la verdad y necesitaba volver.
Conforme al contexto de estos dos versículos, este pecador no es un incrédulo, sino un hermano, un creyente, que había sido desviado de la verdad y a quien se le hizo volver de su error a la verdad. Por consiguiente, la salvación de su alma no se refiere a la salvación eterna de la persona, sino a la salvación dispensacional de su alma librándolo de la muerte física que podría sufrir bajo la disciplina de Dios. Es posible que Jacobo también haya considerado como aspectos de la perfección cristiana práctica todas las virtudes de las que se habla en los vs. 7-20.
Véase la nota Jac. 1:212, la nota 1 P. 1:55 y la nota He. 10:393.
No la perdición eterna, sino la disciplina relacionada con la dispensación actual, infligida por la muerte física (véase la nota 1 Jn. 5:165). De muerte aquí debe equivaler a lo levantará en el v. 15.
Los pecados cometidos por el hermano pecador, los cuales le produjeron muerte (Jac. 1:15).