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Capítulos de libros «Los Hechos de Los Apóstoles»
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  • Significa quincuagésimo. Éste era el quincuagésimo día a partir de la resurrección del Señor, después de siete semanas contadas a partir del segundo día posterior a la Pascua (el primer día de la semana, Lc. 23:54-56; 24:1) en que el Señor fue crucificado (Jn. 19:14). Este día era el cumplimiento de la Fiesta de las Semanas (Dt. 16:10), también llamada la Fiesta de la Siega (Éx. 23:16), cuya duración se contaba desde el día en que se ofrecía una gavilla de las primicias de la cosecha hasta el día posterior al séptimo Sábado (Lv. 23:10-11, 15-16). La gavilla de las primicias ofrecida ante Dios era un tipo del Cristo resucitado ofrecido a Dios el día de la resurrección (Jn. 20:17), que fue el día posterior al Sábado (Jn. 20:1). Desde ese día hasta el día de Pentecostés transcurrieron exactamente cincuenta días (cfr. Hch. 1:3). La Fiesta de la Siega tipifica el disfrute del rico fruto producido por el Cristo resucitado. Este rico fruto es el Espíritu todo-inclusivo del Dios Triuno procesado, el Espíritu que Él dio a Sus escogidos como bendición del evangelio (Gá. 3:14), para que disfrutaran al Cristo todo-inclusivo (la corporificación misma del Dios Triuno) como su buena tierra. Esto significa que cuando los creyentes recibieron el Espíritu abundante el día de Pentecostés, no solamente entraron a la buena tierra, sino que también participaron de las abundantes riquezas del Cristo todo-inclusivo (Ef. 3:8) en Su resurrección y ascensión, la porción que Dios les asignó en Su economía neotestamentaria.

  • En la resurrección del Señor, el Espíritu de la vida de resurrección es comparado al aliento, el cual fue soplado dentro de los discípulos (Jn. 20:22) para el aspecto esencial de su ser y vivir espiritual. En la ascensión del Señor, el Espíritu de poder de ascensión, que fue derramado sobre los discípulos, es simbolizado aquí por el viento y tiene por objeto el ministerio y la actividad de los discípulos en el aspecto económico. El Espíritu de la vida de resurrección, en Su aspecto esencial, tiene como fin que los creyentes vivan a Cristo; el Espíritu en Su aspecto económico, el Espíritu de poder de ascensión, tiene como fin que los creyentes cumplan Su comisión.

  • Gr. pleróo; significa llenar el interior, tal como el viento llenó la casa.

  • Un símbolo del habla, el cual da a entender que el Espíritu de Dios, el Espíritu de poder, es primordialmente para hablar. Él es el Espíritu que habla.

  • Simboliza el poder ardiente que hay en el mover económico de Dios para purificar y motivar.

  • El verbo está en singular, lo cual indica que sobre cada uno de ellos se asentó una lengua.

  • Todos modifica solamente a llenos en la primera cláusula, no a comenzaron a hablar en la segunda cláusula. No puede usarse como evidencia de que todos los discípulos que fueron llenos del Espíritu Santo empezaron a hablar en lenguas.

  • Gr. plétho (también usado en Hch. 4:8, 31; 9:17; 13:9; Lc. 1:15, 41, 67); significa llenar exteriormente. Según se usa en este libro, pleróo denota llenar un vaso por dentro, tal como el viento llenó la casa interiormente en el v. 2, y plétho denota llenar a las personas exteriormente, tal como el Espíritu llenó a los discípulos exteriormente en este versículo. Los discípulos fueron llenos (pleróo) del Espíritu interior y esencialmente (Hch. 13:52) para su vida cristiana, y fueron llenos (plétho) del Espíritu exterior y económicamente para su ministerio cristiano. El Espíritu que llena interiormente, el Espíritu esencial, está en los discípulos (Jn. 14:17; Ro. 8:11), mientras que el Espíritu que llena exteriormente, el Espíritu económico, está sobre ellos (Hch. 1:8; 2:17). Todo aquel que cree en Cristo debe experimentar ambos aspectos del Espíritu Santo. Aun Cristo como hombre experimentó lo mismo: Él nació del Espíritu Santo esencialmente (Lc. 1:35; Mt. 1:18, 20) para existir y vivir, y fue ungido con el Espíritu Santo económicamente (Mt. 3:16; Lc. 4:18) para Su ministerio y Su mover. El Espíritu esencial estaba dentro de Él, y el Espíritu económico estaba sobre Él.

    El llenar exterior del Espíritu derramado representa el bautismo del Cuerpo en el Espíritu, llevado a cabo por la Cabeza en ascensión. El día de Pentecostés fueron bautizados los creyentes judíos, la primera parte del Cuerpo; y en la misma forma fueron bautizados los creyentes gentiles, la segunda parte del Cuerpo, en la casa de Cornelio (Hch. 10:44-47). Con estos dos pasos la Cabeza bautizó a Su Cuerpo completo, una vez y para siempre, en el Espíritu (1 Co. 12:13), quien es la aplicación y realidad de Sí mismo. El hecho de que Él bautizara Su Cuerpo en el Espíritu equivale a bautizarlo en Sí mismo. Éste fue el cumplimiento del bautismo en el Espíritu Santo que Cristo, la Cabeza del Cuerpo, había prometido en Hch. 1:5.

  • Dialectos (vs. 6, 8). Los discípulos eran galileos (v. 7), pero hablaron los diferentes dialectos extranjeros de los que habían venido de varias partes del mundo. Esto es una prueba contundente de que hablar en lenguas debe hacerse en un idioma comprensible, y no ser simplemente una voz o sonido emitido por la boca.

  • “Una palabra especial, escogida deliberadamente para denotar una expresión clara y audible” (Vincent).

  • Los judíos devotos que iban a Jerusalén desde los diferentes lugares donde estaban dispersos a celebrar la Fiesta de Pentecostés.

  • Los gentiles convertidos al judaísmo (Hch. 6:5; 13:43).

  • Gr. glóssa; se refiere a dos cosas en este capítulo: al órgano del habla en el v. 3, y a los dialectos en este versículo y en el v. 4, que se refieren a los dialectos de los vs. 6, 8. Esta evidencia no deja lugar al concepto de que hablar en lenguas consista sólo en expresar una voz o un sonido con la lengua, el órgano del habla; debe de referirse a un dialecto, porque las lenguas que hablaron los discípulos (vs. 4, 11) eran diferentes dialectos (vs. 6, 8). En este sentido, las lenguas y los dialectos son sinónimos usados de modo intercambiable en estos versículos.

  • Lit., vino dulce. Puesto que era vino dulce, debe de referirse al vino nuevo, al mosto.

  • Esto indica que Matías, quien fue escogido en Hch. 1:26, fue reconocido como uno de los doce apóstoles.

  • Denota mayor dignidad y solemnidad que simplemente “judíos”.

  • Es decir, las nueve de la mañana.

  • A partir de la primera venida de Cristo (1 P. 1:20).

  • Esto difiere de la ocasión en que el Espíritu fue infundido en los discípulos por el soplo de la boca de Cristo después de Su resurrección (Jn. 20:22). El Espíritu de Dios se derramó desde los cielos en la ascensión de Cristo. Lo primero constituye el aspecto esencial del Espíritu, soplado en los discípulos como vida para su vivir; lo segundo es el aspecto económico del Espíritu, derramado sobre ellos como poder para su obra. El mismo Espíritu está dentro de ellos en el aspecto esencial y también sobre ellos en el aspecto económico.

    El derramamiento del Espíritu en la ascensión de Cristo fue el descenso del Cristo resucitado y ascendido como Espíritu todo-inclusivo para llevar a cabo Su ministerio celestial en la tierra a fin de edificar Su iglesia (Mt. 16:18), Su Cuerpo (Ef. 1:23), para la economía neotestamentaria de Dios.

  • O, desde (asimismo en el v. 18).

  • Sobre denota el aspecto económico, diferente del aspecto esencial denotado por el en de Jn. 14:17. En está relacionado con la esencia intrínseca necesaria para la vida; sobre está relacionado con el elemento exterior necesario para el poder.

  • Todos los seres humanos caídos, sin distinción de sexo, edad o condición.

  • Las profecías, las visiones y los sueños son expresiones externas y no están relacionados con la vida interior.

  • Los vs. 19-20, citados de la profecía de Joel, no están relacionados con las cosas ocurridas el día de Pentecostés, sino con las calamidades del día en que el Señor ejercerá Su juicio en el futuro.

  • Véase la nota 2 P. 3:123.

  • Invocar el nombre del Señor no es una nueva práctica que comenzó en el Nuevo Testamento, sino que fue iniciada con Enós, la tercera generación de la humanidad, en Gn. 4:26. Continuó con Job (Job 12:4; 27:10), Abraham (Gn. 12:8; 13:4; 21:33), Isaac (Gn. 26:25), Moisés y los hijos de Israel (Dt. 4:7), Sansón (Jue. 15:18; 16:28), Samuel (1 S. 12:18; Sal. 99:6), David (2 S. 22:4, 7; 1 Cr. 16:8; 21:26; Sal. 14:4; 17:6; 18:3, 6; 31:17; 55:16; 86:5, 7; 105:1; 116:4, 13, 17; 118:5; 145:18), el salmista Asaf (Sal. 80:18), el salmista Hemán (Sal. 88:9), Elías (1 R. 18:24), Isaías (Is. 12:4), Jeremías (Lm. 3:55, 57) y otros (Sal. 99:6). Todos ellos tenían la práctica de invocar al Señor en la era del Antiguo Testamento. Isaías exhortó a los que buscaban a Dios, a que le invocaran (Is. 55:6). Aun los gentiles sabían que los profetas de Israel tenían el hábito de invocar el nombre de Dios (Jon. 1:6; 2 R. 5:11). Los gentiles a quienes Dios levantó desde el norte también invocaban Su nombre (Is. 41:25). Dios ordena (Sal. 50:15; Jer. 29:12) y desea (Sal. 91:15; Sof. 3:9; Zac. 13:9) que Su pueblo le invoque. Invocar es la forma de beber gozosamente de la fuente de la salvación de Dios (Is. 12:3-4), y la forma de deleitarse con gozo en Dios (Job 27:10), es decir, de disfrutarle. Por eso, el pueblo de Dios debe invocarle diariamente (Sal. 88:9). Esta jubilosa práctica fue profetizada por Joel (Jl. 2:32) con respecto al jubileo del Nuevo Testamento.

    En el Nuevo Testamento, invocar el nombre del Señor fue mencionado primero por Pedro aquí, en el día de Pentecostés, como el cumplimiento de la profecía de Joel. Este cumplimiento tiene que ver con el hecho de que Dios derramase económicamente el Espíritu todo-inclusivo sobre Sus escogidos para que participasen de Su jubileo neotestamentario. La profecía de Joel y su cumplimiento con relación al jubileo neotestamentario de Dios tienen dos aspectos: por el lado de Dios, Él derramó Su Espíritu en la ascensión del Cristo resucitado; por nuestro lado, invocamos el nombre del Señor ascendido, quien lo ha efectuado todo, ha logrado todo y ha obtenido todo. Invocar el nombre del Señor es de vital importancia para que los que creemos en Cristo participemos del Cristo todo-inclusivo y lo disfrutemos a Él y todo lo que Él ha efectuado, logrado y obtenido (1 Co. 1:2). Es una práctica importante en la economía neotestamentaria de Dios que nos permite disfrutar al Dios Triuno procesado para ser plenamente salvos (Ro. 10:10-13). Los primeros creyentes practicaban esto en todas partes (1 Co. 1:2), y para los incrédulos, especialmente para los perseguidores, llegó a ser muy característico de los creyentes de Cristo (Hch. 9:14, 21). Cuando Esteban sufrió persecución, él practicó esto (Hch. 7:59), lo cual seguramente impresionó a Saulo, uno de sus perseguidores (Hch. 7:58-60; 22:20). Más adelante, el incrédulo Saulo perseguía a los que invocaban este nombre (Hch. 9:14, 21), identificándolos por esta práctica. Inmediatamente después que Saulo fue capturado por el Señor, Ananías, quien condujo a Pablo a la comunión del Cuerpo de Cristo, le mandó que se bautizara invocando el nombre del Señor para mostrar que él también había llegado a ser alguien que invocaba. Con lo que le dijo a Timoteo en 2 Ti. 2:22, Pablo indicó que en los primeros días todos los que buscaban al Señor invocaban Su nombre. Sin lugar a dudas, Pablo practicaba esto, puesto que exhortó a su joven colaborador Timoteo a que hiciera lo mismo para que también disfrutara al Señor.

    La palabra griega traducida invocar se compone de dos vocablos que en conjunto significan llamar audiblemente, en voz alta, tal como lo hizo Esteban (Hch. 7:59-60).

  • El nombre denota la persona. Jesús es el nombre del Señor, y el Espíritu es Su persona. Cuando invocamos: “Señor Jesús”, recibimos el Espíritu.

  • Aquí concluye la cita de la profecía de Joel que comenzó en el v. 17, lo cual indica que al derramar Dios Su Espíritu sobre toda carne, trae salvación a aquellos que invocan el nombre del Señor. El derramamiento del Espíritu por parte de Dios constituye la aplicación de la salvación del Señor a Su pueblo escogido. Ser salvo es recibir a este Espíritu, el cual es la bendición del evangelio en la economía neotestamentaria de Dios (Gá. 3:2, 5, 14). Este Espíritu es el Señor mismo como aliento (Jn. 20:22) y como agua viva (Jn. 4:10, 14) para nosotros. Para inhalarle como nuestro aliento y para beberle como nuestra agua viva, necesitamos invocarle. Lamentaciones Hch. 3:55-56 indica que invocar al Señor es respirar, e Is. 12:3-4 indica que invocarle es beberle. Después de creer en el Señor, necesitamos invocarle no sólo para ser salvos, sino también para disfrutar de Sus riquezas (Ro. 10:12-13). Cuando ejercitamos nuestro espíritu para invocarle, inhalarle y beberle, disfrutamos de Sus riquezas; en esto consiste la verdadera adoración a Dios. El Señor relacionó esta clase de adoración (Jn. 4:24) con el hecho de beber el agua viva que Él da (Jn. 4:14).

  • Denota mayor dignidad y solemnidad que simplemente “israelitas”.

  • El primer mensaje que dieron los apóstoles al predicar el evangelio estaba centrado en un hombre. Lucas, en su evangelio, les presentó a sus lectores este hombre, incluyendo la concepción de este hombre, Su nacimiento, Su juventud, Su vida en la tierra, Su muerte, Su resurrección y Su ascensión. Ahora, en este libro, Lucas nos dice que este hombre fue predicado por los apóstoles como el Salvador designado por Dios.

  • Lit., señalado, exhibido, mostrado; por tanto, probado mediante una demostración, produciendo así una aprobación.

  • Este consejo ha de haber sido determinado en un concilio celebrado por la Trinidad Divina antes de la fundación del mundo (1 P. 1:20; Ap. 13:8), lo cual indica que la crucifixión del Señor no fue un accidente en la historia de la humanidad, sino un cumplimiento del consejo divino determinado por el Dios Triuno.

  • Véase la nota 1 P. 1:201a.

  • Lit., hombres sin ley; véase la nota 1 Jn. 3:42. Ellos incluyen a Judas Iscariote (Lc. 22:3-6), a los principales sacerdotes, a los principales del templo, a los ancianos (Lc. 22:52-53), al sumo sacerdote y al sanedrín judío (Lc. 22:54, 66-71), a Pilato, a Herodes y a los soldados romanos (Lc. 23:1-25), principalmente a los judíos fanáticos junto con sus comisionados y a los políticos gentiles junto con sus subordinados. Esto indica que toda la humanidad mató a Jesús.

  • Aquí y en el v. 32 Pedro dice que Dios levantó a Jesús. En Hch. 10:40-41 dice otra vez lo mismo, pero agrega: “Él…resucitó de los muertos”. Con respecto al Señor como hombre, el Nuevo Testamento nos dice que Dios le levantó de los muertos (Ro. 8:11); considerándole como Dios, nos dice que Él mismo resucitó (1 Ts. 4:14). Esto también prueba que Él es tanto humano como divino.

  • El Señor es tanto Dios como la resurrección (Jn. 1:1; 11:25), y Su vida es indestructible (He. 7:16). Puesto que Él vive para siempre, la muerte no puede retenerlo. Él mismo se entregó a la muerte, pero la muerte no pudo retenerlo; la muerte fue derrotada y Él resucitó.

  • Ésta es la declaración de Cristo en Su resurrección.

  • Se refiere a Dios.

  • Cuando Cristo es sostenido por Dios (como en Is. 41:13; 42:6), Dios está a Su diestra; cuando es exaltado por Dios, está sentado a la diestra de Dios (v. 33; Sal. 110:1; Ef. 1:20-21).

  • Ésta es una cita de Sal. 16:9 tomada de la Septuaginta. Sin embargo, en el texto hebreo original la palabra traducida lengua significa gloria, la cual es un sinónimo de alma, según Gn. 49:6 y Sal. 7:5. Debido a que Cristo confiaba en Dios, Su corazón se alegró y Su alma exultó mientras estuvo en el Hades (v. 27).

  • O, habitará, residirá, fijará su tienda. Después que Cristo murió en la cruz, mientras Su alma exultaba en el Hades, Su carne (Su cuerpo) reposaba en esperanza en el sepulcro porque Él confiaba en Dios.

  • Véase la nota Mt. 11:231d.

  • Véase la nota Lc. 1:751a.

  • La corrupción del cuerpo en el sepulcro (v. 31).

  • Los caminos para salir de la muerte y entrar en resurrección.

  • Esto indica que, al ser resucitado, Cristo fue introducido en la presencia de Dios, especialmente en Su ascensión (v. 34; He. 1:3).

  • Véase la nota Neh. 1:161.

  • Véase la nota Lc. 1:422b.

  • Esto también lo declaró el ángel a María cuando Cristo fue concebido (Lc. 1:32-33).

  • Véase la nota Neh. 2:241.

  • O, quien. Los apóstoles fueron testigos del Cristo resucitado, no en palabra solamente, sino también mediante su vida y lo que ellos hacían, especialmente en cuanto a dar testimonio de Su resurrección (Neh. 4:33). Dar testimonio de la resurrección de Cristo es el tema crucial, el centro, al llevar a cabo la economía neotestamentaria de Dios. Véase la nota Neh. 1:83c.

  • No se refiere a la promesa dada por el Espíritu Santo, sino a la promesa dada por el Padre en Jl. 2:28 , citada por Pedro en el v. 17, y a la que se refirió el Señor en 1:4 y en Lc. 24:49, con respecto al Espíritu Santo. El hecho de que el Cristo exaltado recibiera la promesa del Espíritu Santo en realidad significa que Él recibió el Espíritu Santo mismo. Cristo fue concebido por el Espíritu en Su aspecto esencial para existir en la humanidad (Lc. 1:35; Mt. 1:18, 20), y fue ungido con el Espíritu en Su aspecto económico para llevar a cabo Su ministerio entre los hombres (Mt. 3:16; Lc. 4:18). Después de Su resurrección y ascensión, todavía era necesario que Él recibiera nuevamente el Espíritu en Su aspecto económico para derramarse sobre Su Cuerpo, a fin de llevar a cabo Su ministerio celestial en la tierra para el cumplimiento de la economía neotestamentaria de Dios.

  • Esto prueba que hasta el tiempo de Pentecostés, David aún no había ascendido a los cielos. Además, su sepulcro todavía estaba en esta tierra y era conocido por los discípulos en el día de Pentecostés (v. 29). Este hecho anula la enseñanza errónea que afirma, basándose en Ef. 4:8-10, que cuando Cristo resucitó llevó consigo el Paraíso y con todos los santos del Antiguo Testamento que estaban allí, trasladándolos del Hades a los cielos (véase la nota 2 Co. 12:41).

  • El primer Señor se refiere a Dios y el segundo, a Cristo, a quien David llamó “mi Señor” (Mt. 22:45 y la nota 1).

  • La posición de gloria, honra y poder (Éx. 15:6; 1 R. 2:19; Mr. 14:62).

  • Esto indica que después de la ascensión de Cristo, Dios continúa trabajando para derrotar a los enemigos de Cristo a fin de que éste regrese a reinar en el reino universal de Dios (1 Co. 15:25; Ap. 11:15).

  • Aquí vosotros es enfático.

  • Por ser Dios, el Señor siempre fue Señor (Lc. 1:43; Jn. 11:21; 20:28). Pero como hombre, Él fue hecho Señor en Su ascensión, después que, en Su resurrección, introdujo Su humanidad en Dios. Además, como el Enviado y el Ungido de Dios, Él era el Cristo desde Su nacimiento (Lc. 2:11; Mt. 1:16; Jn. 1:41; Mt. 16:16). Pero en ese papel, también fue hecho oficialmente el Cristo de Dios en Su ascensión.

    Él fue hecho Señor, el Señor de todos, para poseer a todas las personas; y fue hecho Cristo, el Ungido de Dios (He. 1:9), para llevar a cabo la comisión de Dios.

  • Lit., Varones, hermanos. Véase la nota Neh. 1:161.

  • Lit., sobre. El Nuevo Testamento usa tres preposiciones diferentes para describir la relación que existe entre el bautismo y el Señor:
    1) En, que se traduce en (Hch. 10:48).
    Ser bautizado en el nombre de Jesucristo equivale a ser bautizado en la esfera del nombre de Jesucristo, dentro del cual está la realidad del bautismo.
    2) Eis, que se traduce *en (Mt. 28:19; Hch. 8:16; 19:5; Ro. 6:3; Gá. 3:27).
    Denota que ser bautizado *en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, o *en el nombre del Señor Jesús, significa ser introducido en una unión espiritual con el Cristo todo-inclusivo, quien es la corporificación del Dios Triuno. Véase la nota Hch. 8:162 y la nota Mt. 28:194.
    3) Epi, que se traduce sobre o en (v. 38).
    Ser bautizado sobre el nombre de Jesucristo equivale a ser bautizado sobre la base de lo que representa el nombre de Jesucristo. Representa todo lo que la persona de Jesucristo es y todo lo que ha efectuado, lo cual constituye la fe de la economía neotestamentaria de Dios. Los que creen en Cristo son bautizados sobre esta base. ¡¡ACERCA DE LA PREPOSICIÓN GRIEGA EIΣ
    Dada la dificultad en traducir la preposición griega εις, hemos usado la preposición en acompañada de un asterisco (*en).
    En cuanto al uso de la preposición griega en el Nuevo Testamento, véase Mt. 28:19, nota 4; Jn. 3:16, nota 2; Hch. 2:38, nota 3, punto 2; 1 Co. 1:2, nota 5; 1 Co. 6:17, nota 1; Gá. 3:27, nota 1 y Fil. 1:29, nota 1.

  • El nombre denota la persona.

  • El perdón de los pecados está basado en la redención que Cristo efectuó mediante Su muerte (10:43; Ef. 1:7; 1 Co. 15:3) y es la bendición inicial y básica de la salvación plena que Dios provee. Con base en este perdón, la bendición de la plena salvación de Dios avanza y tiene su consumación al recibir los creyentes el don del Espíritu Santo.

  • No se refiere a algún don distribuido por el Espíritu, como se menciona en Ro. 12:6, 1 Co. 12:4 y 1 P. 4:10, sino al don que es el propio Espíritu Santo, dado por Dios a los que creen en Cristo como el don único que produce todos los dones mencionados en Ro. 12; 1 Co. 12 y 1 P. 4. Esos dones son las capacidades y habilidades necesarias para servir a Dios, y provienen de este único don, el Espíritu Santo.

  • Éste es el Espíritu todo-inclusivo del Dios Triuno procesado en Su economía neotestamentaria, tanto en el aspecto esencial para la vida como en el aspecto económico para impartir poder; este Espíritu es dado a los creyentes al momento de creer en Cristo (Ef. 1:13; Gá. 3:2) y constituye la bendición todo-inclusiva del pleno evangelio de Dios (Gá. 3:14), para que ellos disfruten de todas las riquezas del Dios Triuno (2 Co. 13:14).

    Los apóstoles predicaron y ministraron a Cristo, pero cuando sus oyentes se arrepentían y creían en Él, recibían el maravilloso Espíritu del Dios Triuno. Esto implica que este Espíritu es precisamente el propio Cristo resucitado y ascendido. Aquí el hecho de recibir el Espíritu implica tanto el aspecto esencial como el económico, tiene un sentido general y todo-inclusivo, y difiere del hecho de recibir el Espíritu según Hch. 8:15-17 y Hch. 19:2-6, donde se narra en particular cómo los creyentes recibieron el Espíritu cuando éste vino sobre ellos en el aspecto económico.

  • Se refiere a los judíos.

  • Se refiere al Espíritu Santo (véase la nota Hch. 2:331).

  • Se refiere a los gentiles, incluidos en la expresión toda carne (v. 17).

  • Se refiere a los que Dios escogió y predestinó en la eternidad (Ef. 1:4-5), a quienes llamó en la era del Nuevo Testamento (Ro. 1:7; 1 Co. 1:2).

  • Para testificar es necesaria la experiencia de ver y disfrutar lo relacionado con el Señor o con los asuntos espirituales. Esto difiere de simplemente enseñar.

  • Sed está en voz activa, y salvos está en voz pasiva; por consiguiente, sed salvos está en voz activo-pasiva. Dios es el que lleva a cabo la salvación, pero el hombre debe ser activo en cuanto a recibir lo que Dios quiere hacer. En el día de Pentecostés, todo lo relacionado con la plena salvación de Dios ya había sido preparado, y el Espíritu Santo fue derramado como la aplicación y la plena bendición de la salvación de Dios, lista para que el hombre la recibiera. En este asunto Dios espera al hombre, y el hombre debe tomar la iniciativa. ¡Hombre, sé salvo!

  • Pedro, en la conclusión de su mensaje, no dijo: “Sed salvos de la condenación de Dios”, o “de la perdición eterna”, sino: “Sed salvos de esta perversa generación”. La generación perversa se refiere a los perversos judíos de esa época, quienes rechazaron al Cristo de Dios (v. 36) y a quienes Dios consideró el “presente siglo maligno” (Gá. 1:4). Para ser salvos de ese siglo maligno los judíos perversos necesitaban arrepentirse genuinamente de su perversidad para con Dios y volverse de verdad a Dios. Esto indica que necesitaban volverse a Dios apartándose no solamente de sus pecados, sino también de su generación, de la sociedad judía, incluyendo la religión judía. El resultado de tal salvación no fue que entraran al cielo, sino que entraran en una nueva generación, la iglesia. Así que, los salvos eran separados de la sociedad judía para entrar en la iglesia. Ser salvo de esta forma implica salvarse de la condenación y la perdición eterna y ser traído al propósito eterno de Dios y a Su beneplácito (Ef. 3:11; 1:9).

  • El primer grupo de creyentes, producido cuando los apóstoles predicaron y ministraron a Cristo el día de Pentecostés, perseveraba en cuatro cosas: la enseñanza, la comunión, el partimiento del pan y las oraciones. La enseñanza es la revelación de la economía neotestamentaria de Dios con respecto a Cristo y la iglesia; la comunión es la participación y la comunicación que los creyentes tienen entre sí en su participación y comunicación con Dios el Padre y con Cristo el Hijo; el partimiento del pan es recordar al Señor en Su cumplimiento de la plena redención de Dios; la oración es la cooperación de ellos con el Señor que está en los cielos para llevar a cabo la economía neotestamentaria de Dios sobre la tierra. Las dos primeras, la enseñanza y la comunión, agrupadas por la conjunción “y”, son de los apóstoles, pero el partimiento del pan y las oraciones no lo son, lo cual indica que además de la enseñanza y la comunión de los apóstoles, los que creen en Cristo no deben tener ninguna otra enseñanza ni comunión. En la economía neotestamentaria de Dios solamente existe una clase de enseñanza revelada y reconocida por Dios —la enseñanza de los apóstoles— y solamente existe una clase de comunión que es de Dios y que Él acepta: la comunión de los apóstoles, la cual se tiene con el Padre y con el Hijo, Jesucristo (1 Jn. 1:3 y la nota 3) y la cual es la única comunión de la única iglesia, el Cuerpo de Cristo. Las dos últimas, el partimiento del pan y la oración, agrupadas también por la conjunción “y”, son prácticas de los creyentes en su vida cristiana y no están directamente relacionadas con la economía de Dios para conservar la unidad de la iglesia, el Cuerpo de Cristo. Por tanto, estas prácticas no son de los apóstoles, quienes presentaron la revelación neotestamentaria de Dios y Su comunión a todos los que creen en Cristo.

  • Los prodigios y las señales no son parte del testimonio central de Dios, el cual es el Cristo encarnado, crucificado, resucitado y ascendido; tampoco son parte de Su salvación plena. Solamente son evidencias de que lo predicado y ministrado por los apóstoles y el modo en que actuaban provenían absolutamente de Dios, no del hombre (He. 2:3-4).

  • También en Hch. 4:32. Tener todas las cosas en común no era una señal de amor, sino de la salvación dinámica efectuada por Cristo, la cual salvó a los creyentes de la avaricia y el egoísmo. Solamente se practicó por un breve tiempo al principio de la economía neotestamentaria de Dios; no continuó a la larga como una práctica obligatoria (véase la nota Hch. 5:41) en la vida de iglesia durante el ministerio de Pablo, como lo prueban sus palabras en 2 Co. 9 y en otros pasajes.

  • Esto también es evidencia de la salvación dinámica que el Señor efectuó, la cual permitió que los creyentes pudieran prevalecer sobre las posesiones terrenales, las cuales ocupan, poseen y usurpan a toda la humanidad caída (Mt. 19:21-24; Lc. 12:13-19, 33-34; 14:33; 16:13-14; 1 Ti. 6:17).

  • En la iniciación de la economía neotestamentaria de Dios, ni los primeros cristianos ni el primer grupo de apóstoles entendían claramente que Dios había abandonado al judaísmo con sus prácticas y todo lo relacionado con ellas, incluyendo el templo (véase Mt. 23:38: “vuestra casa”, la cual se refiere al templo abandonado por Dios). Así que, conforme a su tradición y costumbre, seguían acudiendo al templo a celebrar sus reuniones neotestamentarias.

  • Los primeros cristianos recordaban al Señor partiendo el pan diariamente en sus casas; esto demuestra su amor y su entusiasmo para con el Señor.

  • O, en el hogar; en contraste con en el templo. Reunirse en los hogares, la manera cristiana de reunirse, concuerda con la economía neotestamentaria de Dios. Esta manera difiere de la manera judía de reunirse en las sinagogas (Hch. 6:9). Llegó a ser una práctica continua y general en las iglesias (cfr. Ro. 16:5; 1 Co. 16:19; Col. 4:15; Flm. 1:2).

  • O, simplicidad; esto describe un corazón sencillo, simple y puro, que tiene un solo amor y deseo así como un solo propósito al buscar al Señor.

  • Ellos llevaban una vida que expresaba los atributos de Dios en las virtudes humanas, como lo hizo Jesús, el Salvador-Hombre (Lc. 2:52).

  • Esto indica que desde el principio mismo de su vida cristiana, los primeros creyentes fueron conducidos a la vida corporativa de iglesia y no vivieron de manera individualista, como cristianos que estuvieran separados unos de otros.

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