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Capítulos de libros «Éxodo»
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  • La ley de Dios incluye la ley moral (caps. 20—23) y la ley ceremonial (cap. 25 — Lv. 27). La ley moral, que es el testimonio de Dios basado en Sus atributos divinos, está compuesta por los Diez Mandamientos (Éx. 20:2-17), los estatutos (Éx. 20:22-26) y las ordenanzas (21:1—23:19), y tipifica a Cristo como testimonio de Dios, la expresión de Dios (véase la nota Éx. 20:11). La ley ceremonial estaba compuesta por las leyes del tabernáculo, las ofrendas, el sacerdocio y las fiestas. El tabernáculo tipifica a Cristo, la corporificación de Dios (Col. 2:9; Jn. 1:14), por el cual el pueblo de Dios puede tener contacto con Dios y entrar en Él para disfrutarlo; las ofrendas tipifican al Cristo que es todas las clases de sacrificios (Lv. caps. 1—7; He. 10:5-12) y, como tal, satisface las necesidades de Dios en lo concerniente a Su pueblo y las necesidades de Su pueblo ante Dios; el sacerdocio tipifica a Cristo como Sumo Sacerdote (He. 8:1) que cuida, ante Dios, del pueblo escogido por Dios; y las fiestas tipifican al Cristo que, en todo aspecto, es el abundante disfrute asignado por Dios a Su pueblo escogido (Col. 2:16-17; Fil. 1:19).

    Dios sabía que ningún hombre podría cumplir los Diez Mandamientos, la sección moral de Su ley, a fin de ser justificado por Dios (Ro. 3:20). Así que, por Su gracia y conforme a Su economía, Él también dio a Su pueblo la sección ceremonial de Su ley para que, mediante el sacerdocio y las ofrendas, todo pecador sujeto a condenación, o sea, todo aquel que violaba la ley moral de Dios, pudiera ser salvo de la condenación bajo la ley moral y pudiera contactar a Dios y entrar en Él para disfrutarlo como su todo. De este modo, los pecadores podían ser justificados por Dios a fin de ser considerados justos (cfr. Mt. 1:19a; Lc. 1:6, 75; 2:25; 23:50) y tener comunión con Él.

    Toda la ley de Dios fue promulgada por Dios para Su pueblo con la intención de ponerlos al descubierto y redargüirlos mediante la sección moral de Su ley a fin de conducirlos a la sección ceremonial de Su ley, lo cual significa que el pueblo de Dios debía ser conducido al Cristo todo-inclusivo, la corporificación del Dios Triuno, para su redención, salvación y abundante disfrute en todo aspecto (Gá. 3:23-24) durante todas las eras y por la eternidad.

  • Elevar es alzar a lo alto. La ofrenda elevada tipifica al Cristo alzado, al Cristo que fue elevado en Su ascensión (Hch. 1:9); con frecuencia dicha ofrenda era ofrecida junto con la ofrenda mecida, que tipifica al Cristo resucitado (Éx. 29:26-28; Lv. 7:30-32; Nm. 18:11). El hecho de que los materiales para la edificación del tabernáculo fuesen ofrecidos a Dios por Su pueblo en calidad de ofrenda elevada significa que la iglesia no es edificada con ningún material natural, sino con el mismo Cristo que el pueblo de Dios ganó, poseyó, disfrutó y experimentó en resurrección y en los lugares celestiales (Fil. 3:7-14; Ef. 3:8; 2:5-6). Cfr. 1 Co. 3:12 y las notas.

    Todos los materiales usados en la edificación del tabernáculo representan las virtudes de la persona y obra de Cristo. Se usaron doce clases de materiales, agrupados en tres categorías: los minerales, que representan la vida edificadora de Cristo (1 Co. 3:9-12); las plantas, que representan la vida generadora de Cristo (Jn. 12:24) y los animales, que representan la vida redentora de Cristo (Jn. 1:29). La vida que redime tiene como finalidad la vida que genera, y la vida que genera tiene como finalidad la vida que edifica. El hecho de que los minerales fuesen mencionados como la primera de estas categorías indica que todo cuanto Cristo es, todo cuanto Él ha hecho y todo cuanto Él hace hoy, tiene como objetivo el edificio de Dios (Mt. 16:18). En la Nueva Jerusalén, la máxima consumación del edificio de Dios, sólo habrá minerales: oro, perla y piedras preciosas (Ap. 21:18-21). Sin embargo, para alcanzar la meta de Dios, son necesarias la vida que redime y la vida que genera.

  • Los minerales mencionados en los vs. 3-7 representan a Cristo como el material de construcción dispuesto y preparado por Dios. El oro representa la naturaleza divina de Cristo, la cual es pura e imperecedera. La plata (Éx. 26:19; 27:10) representa la redención efectuada por Cristo, la cual conlleva aniquilación y reemplazo (véase la nota Éx. 20:241). El bronce (Éx. 27:2-4, 6; 30:18) representa el hecho de que Cristo fue sometido a prueba por el juicio de Dios (Nm. 16:39; 21:8-9). Las piedras de ónice (v. 7; 28:9-10), con rojo en ellas, representan la sangre que Cristo derramó para efectuar la redención. Las otras piedras preciosas (v. 7; 28:17-20) representan los diversos aspectos de la obra transformadora que el Espíritu Santo (2 Co. 3:18) realiza con base en la redención efectuada por Cristo.

  • El color azul representa lo que es celestial tanto en naturaleza como en apariencia (cfr. 1 Co. 15:47-48). El púrpura denota realeza, lo que es real tanto en posición como en conducta (Est. 8:15; Jn. 19:2, 19-22) y el escarlata, un rojo oscuro, representa la sangre que Cristo derramó para efectuar la redención (He. 9:22; cfr. Jos. 2:18 y la nota).

  • El lino fino (Éx. 26:1) representa la conducta justa de Cristo, un ser humano puro y perfecto (cfr. Ap. 19:8).

  • Las cabras representan a los pecadores (Mt. 25:33, 41), y el pelo de cabra representa los pecados de los pecadores. El pelo de cabra que cubría el tabernáculo (Éx. 26:7) representa a Cristo quien fue hecho pecado por nosotros en Su obra redentora (2 Co. 5:21).

  • Las pieles de carnero teñidas de rojo (v. 5; 26:14) representan a Cristo quien padeció la muerte y derramó Su sangre para efectuar la redención (1 P. 1:18-19; Ef. 1:7; He. 9:22), y las pieles de marsopa (v. 5; 26:14) representan a Cristo, Aquel que es fuerte contra Satanás y es capaz de resistir las pruebas, los ataques, los problemas y los sufrimientos (Mt. 4:1-11; Jn. 14:30; 1 P. 2:21-23).

  • El significado del hebreo es incierto. Probablemente se refiere a la piel de un animal marino, tal como la marsopa o la vaca marina.

  • Véase la nota Éx. 25:102.

  • El aceite representa al Espíritu de Cristo, incluyendo todas las virtudes del Cristo encarnado, crucificado, resucitado y ascendido (véase la nota Ro. 8:94a).

  • Las especias, usadas en la preparación del aceite de la unción y del incienso que era quemado ante Dios (Éx. 30:23-24, 34-35), tipifican la eficacia y dulzura de la muerte y resurrección de Cristo. Véase la nota Éx. 30:251 y la nota Éx. 30:341a.

  • El modelo del tabernáculo con todos sus enseres es un tipo completo y cabal, tanto de Cristo el individuo, quien es la Cabeza, como del Cristo corporativo, quien es el Cuerpo, la iglesia, e incluye muchos detalles de nuestra experiencia de Cristo con miras a la vida de iglesia. Véase la nota He. 9:43c.

  • El tabernáculo material (y después el templo), la morada de Dios en el Antiguo Testamento, en realidad simboliza a un pueblo corporativo, a saber, los hijos de Israel como casa de Dios (véase la nota He. 3:61a). Al inicio de la era del Nuevo Testamento, el Cristo encarnado, la corporificación de Dios, era tanto el tabernáculo como el templo de Dios (Jn. 1:14; 2:19-21). Cristo, el individuo, fue agrandado mediante Su muerte y resurrección para ser el Cristo corporativo, la iglesia compuesta por los creyentes neotestamentarios como el templo, la casa de Dios y el Cuerpo de Cristo (1 Co. 3:16-17; 1 Ti. 3:15; He. 3:6; 1 Co. 12:12). Por último, el tabernáculo y el templo tendrán su consumación en la Nueva Jerusalén —el Dios Triuno mezclado con Su pueblo redimido tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo—, la morada eterna de Dios (Ap. 21:3, 22). Véase la nota Ap. 7:153c y la nota Ap. 21:31b, la nota Ap. 21:124, la nota Ap. 21:142 y la nota Ap. 21:221.

  • Debido a que la ley, el testimonio de Dios (véase la nota Éx. 20:11), fue puesta dentro del Arca (vs. 16, 21; Dt. 10:1-5), el Arca fue llamada el Arca del Testimonio (vs. 22; 26:33-34); y debido a que el Arca estaba en el tabernáculo, el tabernáculo fue llamado el Tabernáculo del Testimonio (Éx. 38:21; Nm. 1:50, 53). Por ser la corporificación del testimonio de Dios, el Arca tipifica a Cristo como corporificación de Dios (Col. 2:9). Que el Arca tipifique a Cristo indica que el pueblo redimido por Dios puede tener contacto con Dios y disfrutarle en Cristo y por medio de Cristo (véase la nota Éx. 25:221; Jn. 14:6; He. 10:19-20).

    El Arca constituía el centro y contenido del tabernáculo, y como tal, también representa a Cristo en calidad de centro y contenido de la iglesia, el tabernáculo de Dios, que es la casa de Dios (Ef. 2:21-22; 1 Ti. 3:15). El hecho de que el Arca sea mencionada en primer lugar al describirse la visión del tabernáculo y su mobiliario, indica que ella ocupa el lugar de preeminencia (cfr. Col. 1:18). Esto también indica que la iglesia, el Cuerpo de Cristo, la cual está tipificada por el tabernáculo, procede de Cristo, quien está tipificado por el Arca. Véase la nota Éx. 26:152 y la nota Gn. 2:221a. Cfr. la nota Éx. 36:81 y la nota Éx. 40:31a.

  • La madera de acacia (vs. 5, 10, 23; 26:15; 27:1) representa la naturaleza humana de Cristo, que manifiesta un carácter sólido y una norma elevada. La humanidad de Cristo es el elemento básico, la sustancia básica, requerido para que Él sea el testimonio de Dios en la tierra. Véase la nota Mr. 1:11, párr. 2; la nota Lc. 1:31, párr. 2 y la nota Col. 2:91.

  • Las medidas del Arca son mitades de los números tres y cinco, los números del edificio de Dios (véase la nota Gn. 6:152). Esto significa que el Arca es un testimonio y que se requiere otra mitad para constituir una unidad completa, un testimonio completo (Dt. 17:6; 19:15; Mt. 18:16; 19:5-6a). Esto implica que Cristo, tipificado por el Arca, necesita que la iglesia sea Su complemento, Su novia, a fin de ser un testimonio completo en la humanidad (Ef. 5:22-32; 3:21 y las notas).

  • El Arca estaba hecha de madera de acacia (v. 10) recubierta de oro, lo cual significa que Cristo es una sola persona con dos naturalezas: la naturaleza humana y la naturaleza divina. Él es tanto Dios como hombre: un Dios-hombre. Que la madera de acacia estuviera recubierta de oro tanto en la parte interna como externa representa la mezcla de la naturaleza divina con la humana —Dios y el hombre que se hacen uno— sin que dicha mezcla produzca una tercera naturaleza. Esto también significa que la naturaleza divina penetra la naturaleza humana y reposa sobre ella a fin de expresarse a través de la naturaleza humana.

  • O, corona; es decir, un borde en forma de guirnalda como corona. Así también en los vs. 24-25; 30:3-4 y Éx. 37:2, 11-12, 26-27. Esta moldura de oro representa la gloria de la naturaleza divina. Cristo, la corporificación de Dios, expresa a Dios al manifestar Su gloria (He. 1:3a; 2 Co. 4:6). Mediante la vida humana de Cristo la naturaleza divina era expresada como una guirnalda, o corona, de gloria.

    La gloria de la naturaleza divina, como moldura, también representa el poder divino para guardar y la fuerza divina para sostener. El Cristo que vivimos y magnificamos (Fil. 1:20-21a) llega a ser la gloria expresada por medio de nosotros, y esta gloria es una moldura que nos sostiene y guarda.

  • Los cuatro anillos y las dos varas (v. 13) tenían como finalidad el mover del Arca (Nm. 10:33). El número cuatro representa los cuatro ángulos de la tierra, hasta donde Cristo —la corporificación del testimonio de Dios— deberá ser llevado para alcanzar a todo hombre (Ap. 7:1; Mt. 28:19; Hch. 1:8). Un anillo, que no tiene principio ni fin, representa al Espíritu eterno (He. 9:14; Lc. 15:22). Los cuatro anillos de oro representan que el Espíritu de Cristo es el factor y poder vinculante para que seamos portadores de Cristo como testimonio de Dios. Que el oro sea fundido y convertido en anillos representa la experiencia de la cruz mediante la cual el Espíritu eterno y vivificante llega a ser tal poder vinculante en nosotros.

  • Los dos anillos y las dos varas (v. 14) a ambos lados del Arca representan que el mover de Cristo como testimonio corporificado de Dios se lleva adelante mediante una buena coordinación que sirve de testimonio en todo aspecto (Lc. 10:1 y la nota 2).

  • Las varas hechas de madera de acacia representan que la naturaleza humana de Cristo constituye la fuerza requerida para Su mover como testimonio de Dios. Que estas varas estuvieran recubiertas de oro significa que la naturaleza divina de Cristo es la expresión de Su mover. El mover de Cristo siempre se realiza por medio de Sus dos naturalezas, la humana y la divina, mezcladas como una sola. Véase la nota Éx. 25:111.

  • Que las varas fuesen introducidas en los anillos para transportar el Arca significa que el mover de Cristo se realiza mediante hombres portadores del testimonio de Dios en sus cuerpos (cfr. 2 Co. 4:10-12) en el poder unificador del Espíritu (Ef. 4:3). Los portadores del Arca la llevaban sobre sus hombros, lo cual indica que eran uno con el Arca. En realidad, portar el Arca es vivir a Cristo como Su testimonio, Sus testigos, dondequiera que vayamos (Hch. 1:8 y la nota 3; Hch. 23:11 y la nota 4). Que las dos varas quedasen en los anillos y no fuesen quitadas del Arca (v. 15) significa que debemos estar siempre prestos para el mover de Cristo como testimonio de Dios.

  • Véase la nota Éx. 25:101b, párr. 1. Que el Testimonio (la ley) fuese puesto dentro del Arca significa que la ley viva de Dios, Su testimonio, habita corporalmente en Cristo (Col. 2:9), lo cual hace de Él el testimonio de Dios (Jn. 1:18).

  • La cubierta expiatoria, que fue mencionada en He. 9:5 y corresponde al propiciatorio en Ro. 3:25, era la tapa del Arca. Ella representa a Cristo, quien es tanto la cubierta de la justa ley de Dios como también el lugar donde Dios se reúne con Su pueblo redimido y le habla en Su gracia (v. 22). Por tanto, la cubierta expiatoria del Arca en el Lugar Santísimo equivale al trono de la gracia, esto es, a Cristo mismo que mora en nuestro espíritu (He. 4:16 y la nota 1); según Ap. 8:3, también es el trono de la autoridad de Dios, el trono de la administración divina. El oro puro del cual estaba hecha la cubierta representa la naturaleza divina y pura de Cristo. Véase la nota Lv. 16:11.

  • Véase la nota Éx. 25:103.

  • Los querubines representan la gloria de Dios (Ez. 10:18; He. 9:5). Por tanto, los querubines sobre la cubierta expiatoria indican que Cristo expresa la gloria de Dios (Jn. 1:14). Que estos querubines fuesen labrados a martillo indica que Cristo expresó la gloria divina por medio de los sufrimientos que padeció (cfr. He. 2:9-10; Ro. 8:17-18).

  • Que los dos querubines fuesen de una sola pieza con la cubierta expiatoria indica que el resplandor de la gloria de Dios procede de Cristo y reposa sobre Él, la cubierta expiatoria, en calidad de testimonio (cfr. Jn. 1:14; 2 Co. 4:4, 6). No se nos informa del tamaño, la forma ni el peso de los querubines, lo cual indica que la gloria del resplandor de Cristo es inconmensurable y misteriosa.

  • Que las alas de los querubines cubrieran la cubierta expiatoria indica que la gloria de Dios es expresada en Cristo como testimonio completo (He. 1:3a; Ef. 3:21 y la nota 4). Los rostros de los querubines estaban uno frente al otro y vueltos hacia la cubierta, lo cual significa que la gloria de Dios vela sobre lo realizado por Cristo y lo observa.

  • Que los querubines y la cubierta expiatoria fuesen hechos de oro puro (vs. 17-18) significa que el resplandor de Cristo, como brillo de la gloria de Dios (He. 1:3a), es divino. Que la cubierta expiatoria de oro fuese puesta encima del Arca hecha de madera de acacia (v. 10) significa que la humanidad de Cristo, y no Su divinidad, es lo que le sirve de base para expresar la gloria de Su naturaleza divina. Véase la nota Éx. 25:102.

  • Véase la nota Éx. 25:161.

  • Esto significa reunirse en el lugar designado, o reunirse conforme a una cita pactada; así también en Éx. 29:42, 43 y Éx. 30:6, 36. Esta misma palabra es la raíz del vocablo que se traduce reunión en la expresión Tienda de Reunión. Que Dios se reuniese con Su pueblo y le hablase desde encima de la cubierta expiatoria, de entre los dos querubines, significa que Dios se reúne con nosotros y nos habla en el Cristo que propicia y en la gloria expresada por el Cristo que propicia, quien es Su testimonio (cfr. 2 Co. 3:8-11, 18). Por tanto, la cubierta expiatoria con la sangre de los sacrificios rociada sobre ella el Día de la Expiación (Lv. 16:14-15, 29-30) retrata al Cristo redentor en Su humanidad y al Cristo resplandeciente en Su divinidad como el lugar donde los pecadores caídos pueden reunirse con el Dios justo, santo y glorioso, y escuchar Su palabra, con lo cual son infundidos de Dios como gracia y reciben Su visión, revelación e instrucción. Véase la nota Éx. 25:171b.

  • La mesa del pan de la Presencia representa a Cristo como banquete nutritivo provisto a los creyentes, los sacerdotes de Dios (1 P. 2:5, 9; Ap. 1:6; 5:10). Esta mesa estaba puesta en el Lugar Santo, en el interior del tabernáculo (Éx. 40:22; He. 9:2), lo cual significa que estaba dentro del pueblo de Dios, o entre ellos, que son la habitación edificada de Dios (véase la nota Éx. 26:151). En la Biblia, una mesa no representa un banquete disfrutado por una sola persona, sino un banquete corporativo (1 Co. 10:16, 21; cfr. Sal. 23:5). Cristo, el alimento de los sacerdotes de Dios, es provisto para el banquete corporativo que se celebra dentro de la morada de Dios.

    Según la secuencia de la revelación divina, la mesa viene después del Arca (vs. 10-22), lo cual implica que la mesa está vinculada al Arca. Según la experiencia espiritual, cuando nos reunimos con Dios sobre Cristo —la cubierta propiciatoria— y allí disfrutamos de comunión con Dios y escuchamos las palabras de Su boca, entonces el Arca se convierte para nosotros en la mesa del pan de la Presencia, donde disfrutamos de un nutritivo banquete. Esto quiere decir que Cristo, la corporificación del testimonio de Dios, redunda en que nosotros lo disfrutemos a Él; más aún, en nuestra experiencia, el disfrute de Cristo siempre nos trae de regreso a Él, quien es el testimonio de Dios.

  • Aquí la madera de acacia representa que la humanidad de Cristo es el elemento básico requerido para que Él sea nuestro banquete (Jn. 6:51, 53-55). El oro que recubría la madera representa la divinidad de Cristo como expresión de Dios. A medida que disfrutamos a Cristo como el suministro mediante el cual servimos a Dios, el resultado será el oro, esto es: la divinidad de Cristo, que es la expresión de Dios.

  • El largo y ancho de la mesa conformaba dos codos cuadrados, compuesta por dos unidades de un codo cuadrado cada una; esto significa que el suministro de vida de Cristo es perfecto (representado por un cuadrado) y completo (representado por el número uno) y tiene como resultado un testimonio (representado por el número dos).

  • La mesa tenía la misma altura que el Arca del Testimonio, lo cual significa que el nutrimento de Cristo como suministro de los sacerdotes que sirven corresponde al estándar propio del testimonio de Dios (cfr. la nota Éx. 16:341a).

  • Respecto a la moldura de oro alrededor de la parte superior de la mesa, véase la nota Éx. 25:112.

  • Este marco estaba cerca de la base de la mesa, cerca de los anillos colocados en las cuatro esquinas a los pies de la mesa (vs. 26-27), y tenía como finalidad unir las patas y fortalecerlas. Que fuese de un palmo menor de anchura significa que tenía amplia fuerza para unir y fortalecer. La moldura de oro alrededor de este marco servía para guardar y sostener (véase la nota Éx. 25:112). En nuestra experiencia espiritual, el disfrute que tenemos de Cristo como banquete nos fortalece, nos une, nos sustenta y nos guarda.

  • Al igual que con el Arca, los cuatro anillos en la mesa representan al Espíritu de Cristo como factor y poder vinculante (véase la nota Éx. 25:121). La unidad del Espíritu —el anillo— es el vínculo con poder para unir (Ef. 4:3). Que los cuatro anillos fuesen puestos en las cuatro patas de la mesa significa que Cristo, nuestro banquete, se mueve y nos sigue (cfr. 1 Co. 10:4). Que los anillos, los cuales sostenían las varas, estuvieran cerca del marco (v. 27) significa que tanto el vínculo establecido como la capacidad para moverse dependen de la unión y el fortalecimiento (véase la nota Éx. 25:251).

  • Véase la nota Éx. 25:131.

  • Los platos servían para exhibir el pan. Las tazas contenían olíbano (que representa la resurrección de Cristo), el cual era derramado sobre el pan de la Presencia exhibido en la mesa (Lv. 24:7). Los jarros y tazones eran usados para derramar las libaciones. Que todos los utensilios fuesen hechos de oro puro significa que la naturaleza divina de Cristo es el medio por el cual participamos de Él como nuestro suministro de vida y nuestra ofrenda para Dios.

  • El pan sobre la mesa es llamado el pan de la Presencia porque la mesa estaba puesta delante de Dios, esto es, en Su presencia, no lejos del Arca. Mientras que el maná era recolectado por todo el pueblo en el desierto fuera del atrio del tabernáculo, el pan de la presencia de Dios era disfrutado únicamente por los sacerdotes en la presencia de Dios, en el Lugar Santo, dentro del tabernáculo (Éx. 40:22-23; He. 9:2; Lv. 24:9). El maná tipifica a Cristo como suministro de vida del pueblo de Dios para su vida diaria (véase la nota Éx. 16:191); el pan sobre la mesa tipifica a Cristo como suministro de vida de los sacerdotes de Dios, el cual no solamente los capacita para su vida diaria sino también para servir a Dios. Este pan indica que el pueblo de Dios ya no debía vivir por sí mismo, sino por Cristo como su vida y suministro de vida (Jn. 6:57).

    El pan de la Presencia era la más santa de las ofrendas de Jehová presentadas por fuego (Lv. 24:7, 9). Representa el excedente del disfrute de Cristo experimentado por los creyentes, el cual es ofrecido a Dios para que sea Su alimento con miras a satisfacerlo. Dios dispuso que algunas hogazas de esta ofrenda fuesen apartadas, llevadas al Lugar Santo, puestas sobre la mesa y exhibidas a fin de ser el alimento de los sacerdotes que servían.

  • O, Rostro. El pan de la Presencia, el pan-rostro, significa que la presencia de Dios, el rostro de Dios, es el suministro de vida de los sacerdotes que sirven (cfr. 2 Co. 2:10; 4:6-7; 3:18). En nuestra experiencia, la realidad de la presencia de Dios es el Espíritu en nuestro espíritu (2 Ti. 4:22; cfr. 2 Co. 3:17), quien es también la realidad de Cristo como pan de vida (Jn. 6:33, 51, 63).

  • Tal como se describe en los vs. 31-36, el candelero consistía de una base, un tallo principal y tres ramas a cada lado. Debajo de cada par de ramas había un cáliz, que sostenía dos ramas que brotaban del tallo principal. En cada rama había tres copas en forma de flor de almendro, cada copa compuesta por un cáliz (las hojas verdosas en la base de una flor) y un capullo. La flor entera, que incluye el cáliz y el capullo en flor, era una copa que tenía forma de flor de almendro. El candelero tenía veinticinco cálices —uno en la base de cada par de ramas, tres en cada una de las seis ramas y cuatro en la caña— y veintidós flores (los tres cálices en la base de cada par de ramas no tenían flor). El pensamiento divino aquí presentado es que el candelero era, en realidad, un árbol vivo que crece con cálices y flores.

    El candelero representa al Dios Triuno corporificado y expresado. El oro puro, la sustancia del candelero (v. 31), representa a Dios el Padre en Su naturaleza divina; la forma del candelero representa a Dios el Hijo como corporificación de Dios el Padre (Jn. 14:9-11a; 2 Co. 4:4b; Col. 1:15; 2:9) y las siete lámparas (v. 37) representan a Dios el Espíritu, que es los siete Espíritus de Dios con miras a la expresión siete veces intensificada del Padre en el Hijo (Ap. 4:5; 5:6). El candelero mencionado en este capítulo representa a Cristo como la corporificación y expresión del Dios Triuno que resplandece mediante las siete lámparas, los siete Espíritus de Dios (Col. 2:9; Mt. 4:16; Jn. 1:4-9); el candelero en 1 R. 7:49 representa al Cristo agrandado; el candelero en Zac. 4 representa la nación de Israel en calidad de testimonio resplandeciente de Dios que tiene el Espíritu vivificante siete veces intensificado como la realidad de Cristo (Zac. 4:2, 6, 10; Ap. 5:6) y los candeleros en Ap. 1 representan las iglesias locales en calidad de reproducción de Cristo y réplica del Espíritu (Ap. 1:11-12, 20). La consumación y suma total de todos los candeleros presentados en las Escrituras es la Nueva Jerusalén —el máximo, único y eterno candelero de oro—, que tiene a Cristo como la lámpara y a Dios como la luz que resplandece desde el interior de Él y a través de la ciudad para la expresión del Dios Triuno en la eternidad (Ap. 21:11, 18, 23; 22:5). Véase la nota Ap. 1:122b.

    Que el candelero sea revelado después de la mesa del pan de la Presencia (vs. 23-30) indica que Cristo como suministro de vida, representado por la mesa, llega a ser la luz de vida para nosotros (Jn. 1:4; 8:12), representado por el candelero. Que el candelero fuese colocado en el Lugar Santo, frente a la mesa y cerca del Arca (Éx. 26:34-35), indica que en la iglesia la luz de la verdad (1 Jn. 1:5-6) y el suministro de vida tienen que corresponderse y equilibrarse mutuamente a fin de que Cristo sea manifestado como testimonio de Dios. Tanto en la confección como en la presentación del mobiliario del tabernáculo, el candelero era seguido por el altar del incienso (Éx. 37:23-25; 40:24-27), lo cual indica que al resplandecer Cristo en resurrección como la luz divina somos conducidos a disfrutarle como el incienso fragante de resurrección en la oración de comunión con Dios. La luz del candelero nos lleva a disfrutar a Cristo como suministro de vida y también nos guía al Lugar Santísimo para que disfrutemos a Cristo —de la manera más profunda— como el testimonio de Dios con el trono de la gracia (véase la nota Éx. 25:101b y la nota Éx. 25:171b).

  • El oro puro, que representa la naturaleza divina y pura, indica que Cristo, como corporificación de Dios el Padre para Su expresión, es puramente divino. Aunque Cristo posee humanidad por ser hombre, Su resplandor como luz de vida (Jn. 8:12) no guarda relación con Su humanidad, sino con Su divinidad (Jn. 1:1, 4-5). Lo mismo se aplica a la iglesia como candelero (Ap. 1:20), es decir, la realidad y el resplandor de la iglesia no dependen de su humanidad, sino de cuánto del elemento divino haya sido infundido y forjado en la iglesia (2 P. 1:4).

  • Que el oro fuese labrado a martillo para que la luz resplandeciera significa que el resplandor de Cristo —la luz divina— como expresión de la gloria divina (Ap. 21:23) se manifiesta por medio de los sufrimientos (cfr. nota Éx. 25:181), mediante los cuales Cristo fue constituido portador de la luz divina a fin de resplandecer en la morada de Dios para que los siervos de Dios puedan servir allí. Que el oro fuese labrado a martillo para dar forma al candelero representa también la participación de los creyentes en los sufrimientos de Cristo y su mutua compenetración mediante la cruz y por el Espíritu a fin de que sea producida y edificada la iglesia, el Cuerpo de Cristo (Ro. 8:17; 1 P. 2:21; Fil. 3:10; Col. 1:24; 1 Co. 12:24).

  • La base que daba estabilidad al candelero y la caña que lo hacía fuerte representan el hecho de que el Señor Jesús era siempre estable y fuerte (Mt. 8:24-26; Lc. 4:29-30).

  • Una copa, que equivale a una flor completa, consiste de un cáliz (las hojas verdosas en la base de una flor) y un capullo, que es la flor misma (vs. 33-34). Las copas, en forma de flor de almendro, representan la floreciente vida de resurrección (Nm. 17:8). El resplandor de la luz divina equivale a florecer, lo cual indica que es sólo en resurrección que Cristo es la luz de la vida y que nosotros, la iglesia, irradiamos la luz de la vida (cfr. nota Éx. 25:321). Los cálices que contienen los capullos representan la vida de resurrección como contenedor que sostiene y sustenta nuestra acción de irradiar la luz divina. Los capullos representan la expresión de la vida de resurrección.

  • El número tres denota tanto la resurrección (1 Co. 15:4) como el propio Dios Triuno, quien es la resurrección (Jn. 11:25). Que hubiera tres ramas a cada lado del candelero representa resurrección, y las ramas mismas representan el crecimiento ramificado de la vida de resurrección de Cristo. Las seis ramas en dos grupos de tres representan el testimonio de la luz de la vida, pues dos es el número de testimonio (Dt. 19:15).

  • Las tres copas en forma de flor de almendro en cada rama, un cáliz y un capullo, representan la vida de resurrección que florece en la misma vida de resurrección y con ella. El resplandor del candelero representa el florecimiento, la expresión, de la vida divina en resurrección. Para manifestar el florecimiento de la vida de resurrección con miras a que la luz divina resplandezca, es necesario que los creyentes en Cristo, quienes han recibido la vida divina con la naturaleza divina mediante la regeneración (Col. 3:4; 2 P. 1:4), vivan a Cristo, vivan la divinidad, al poner en práctica ser un espíritu con el Señor (1 Co. 6:17; Gá. 2:20; Fil. 1:21a).

  • El hecho de que el candelero sea de oro puro significa que Cristo, como corporificación de Dios, es enteramente divino. Sin embargo, las cuatro copas en forma de flor de almendro que estaban en la caña del candelero, con sus cálices y capullos, representan la humanidad de Cristo en Su resplandor con la vida de resurrección. Por tanto, en el candelero no sólo vemos al Dios Triuno sino también a la criatura, representada por el número cuatro (Ez. 1:5; cfr. Col. 1:15). Véase también la nota Éx. 27:202.

  • Según la descripción hecha en este capítulo, en el pensamiento divino el candelero de oro es en realidad un árbol vivo que crece con sus cálices y flores (véase la nota Éx. 25:311b, párr. 1). Por tanto, el candelero describe al Dios Triuno corporificado en Cristo, quien es un árbol vivo que crece, se ramifica, da brotes y florece a fin de que la luz resplandezca con miras a Su plena expresión. El cáliz debajo de cada par de ramas representa la vida que se ramifica mediante el crecimiento para producir tal resplandor. La repetición en este versículo concerniente a los cálices y las ramas también indica crecimiento. A medida que la caña, o tallo principal, del candelero crece hacia arriba, produce tres pares de ramas y, a medida que las ramas crecen, aparecen en éstas los cálices, los brotes o capullos y las flores (v. 33). La luz del candelero es el florecimiento de la vida de resurrección (Jn. 1:4; Gá. 5:22; Ef. 5:9), y el resplandor de la luz es resultado del crecimiento, la ramificación, los brotes y el florecimiento. Que haya un total de veinticinco cálices y veintidós flores indica que con el candelero la responsabilidad de crecer es mayor que la de dar brotes, florecer y resplandecer.

  • Seis es el número del hombre, puesto que éste fue creado el sexto día (Gn. 1:26). Aquí el número seis está compuesto de tres más tres, donde el tres representa al Dios Triuno en resurrección. Por tanto, las seis ramas representan a los creyentes en Cristo como hombres creados que están en el Dios Triuno en resurrección. El cuadro del candelero indica que Cristo, quien es la vida de resurrección, crece, se ramifica, da brotes y florece —tanto en Él mismo, el tallo principal, como en Sus creyentes, Sus ramas (Jn. 15:5a; Col. 2:19)— para que la luz divina resplandezca a fin de que el Dios Triuno sea expresado.

  • Las siete lámparas del candelero representan a los siete Espíritus de Dios (Ap. 4:5), quienes son los siete ojos de Jehová (Zac. 4:10), los siete ojos del Cordero redentor (Ap. 5:6) y los siete ojos de la piedra para edificación (Zac. 3:9) con miras a la expresión plena del Dios Triuno. Véase la nota Zac. 4:101, la nota Ap. 4:51b, la nota Ap. 5:65d y la nota Ap. 1:143c.

  • En las tres secciones del tabernáculo había tres clases de luz. La luz en el atrio era luz natural: la luz del sol, la luna y las estrellas. La luz en el Lugar Santo era luz interna: la luz del candelero, que representa a Dios en Cristo que resplandece en resurrección y en el Espíritu. La luz en el Lugar Santísimo era la luz más interna: Dios mismo que se aparecía en Su gloria shekiná sobre la cubierta expiatoria, la cual tipifica a Cristo como el lugar de la propiciación (v. 22; 40:34; cfr. Ap. 21:23; 22:5). Finalmente, mediante nuestro disfrute de Cristo en el Lugar Santísimo, la luz resplandeciente del candelero es reemplazada por la gloria shekiná de Dios y se convierte en ésta para que tengamos la comunión más íntima con nuestro Dios (2 Co. 3:18; 4:6).

  • Que el candelero con todos sus utensilios pesara un talento (aproximadamente cien libras) de oro puro significa que Cristo, el candelero que resplandece con la luz divina en resurrección, es de peso perfecto y completo (Jn. 7:45-46; 18:37-38; cfr. 2 Co. 4:17; 1 Ti. 2:2). Las medidas del candelero no son dadas, lo cual significa que la divinidad de Cristo y Su luz resplandeciente son inconmensurables (cfr. Jn. 3:34).

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