La ley de Dios incluye la ley moral (caps. 20—23) y la ley ceremonial (cap. 25 — Lv. 27). La ley moral, que es el testimonio de Dios basado en Sus atributos divinos, está compuesta por los Diez Mandamientos (Éx. 20:2-17), los estatutos (Éx. 20:22-26) y las ordenanzas (21:1—23:19), y tipifica a Cristo como testimonio de Dios, la expresión de Dios (véase la nota Éx. 20:11). La ley ceremonial estaba compuesta por las leyes del tabernáculo, las ofrendas, el sacerdocio y las fiestas. El tabernáculo tipifica a Cristo, la corporificación de Dios (Col. 2:9; Jn. 1:14), por el cual el pueblo de Dios puede tener contacto con Dios y entrar en Él para disfrutarlo; las ofrendas tipifican al Cristo que es todas las clases de sacrificios (Lv. caps. 1—7; He. 10:5-12) y, como tal, satisface las necesidades de Dios en lo concerniente a Su pueblo y las necesidades de Su pueblo ante Dios; el sacerdocio tipifica a Cristo como Sumo Sacerdote (He. 8:1) que cuida, ante Dios, del pueblo escogido por Dios; y las fiestas tipifican al Cristo que, en todo aspecto, es el abundante disfrute asignado por Dios a Su pueblo escogido (Col. 2:16-17; Fil. 1:19).
Dios sabía que ningún hombre podría cumplir los Diez Mandamientos, la sección moral de Su ley, a fin de ser justificado por Dios (Ro. 3:20). Así que, por Su gracia y conforme a Su economía, Él también dio a Su pueblo la sección ceremonial de Su ley para que, mediante el sacerdocio y las ofrendas, todo pecador sujeto a condenación, o sea, todo aquel que violaba la ley moral de Dios, pudiera ser salvo de la condenación bajo la ley moral y pudiera contactar a Dios y entrar en Él para disfrutarlo como su todo. De este modo, los pecadores podían ser justificados por Dios a fin de ser considerados justos (cfr. Mt. 1:19a; Lc. 1:6, 75; 2:25; 23:50) y tener comunión con Él.
Toda la ley de Dios fue promulgada por Dios para Su pueblo con la intención de ponerlos al descubierto y redargüirlos mediante la sección moral de Su ley a fin de conducirlos a la sección ceremonial de Su ley, lo cual significa que el pueblo de Dios debía ser conducido al Cristo todo-inclusivo, la corporificación del Dios Triuno, para su redención, salvación y abundante disfrute en todo aspecto (Gá. 3:23-24) durante todas las eras y por la eternidad.